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Edith Encalada es feliz pero no vive tranquila. Cuando habla de los años que pasó a lado del empresario Jean Succar Kuri, las imágenes de sus abusos vuelven a abrir viejas heridas y angustias. Sus brazos blancos y delgados se ponen tensos, las venas se le saltan y sus labios tiemblan a punto de romper en llanto.
En la averiguación previa número 447/2003-IV, cuya copia tiene EL UNIVERSAL, señala al candidato por la coalición PRD-PAN a la gubernatura de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares, como uno de los pederastas que coincidían en las fiestas organizadas por Johny, como se hacía llamar el empresario libanés.
¿Por qué decidiste volver a hablar del tema después de casi 13 años?
—Fue el padre Alejandro Solalinde quien me convenció. Tuve una llamada con él, me estuvo dando fortaleza espiritual vía telefónica, diciéndome que aguante, que tenemos que hablar para proteger a los niños y las niñas que puedan ser víctimas no sólo de Miguel Ángel Yunes, sino de las que él permita si llega a ser gobernador.
En la página 19 del expediente, con fecha del 10 de marzo de 2004, Edith declara que una mujer de nombre “Sonia” era amante de Miguel Ángel Yunes y “traía con ella a su hija y a una sobrina; las niñas tenían como (…) ocho o nueve años y él [Succar] me decía que me tenía que llevar muy bien con ellas y ganar su confianza porque esa niña la quería tener para él, que se conformaba con besarla y tocarla, que estaba preciosa y que seguramente su amigo Miguel Ángel Yunes se la estaba cogiendo porque la mamá estaba espantosa y que creía que realmente andaba con ella para tapar las apariencias de que se andaba cogiendo a la niña”.
¿Qué respondes a quienes dicen que esto es parte de una táctica electoral?
Yo no soy política. Sé que vienen las elecciones y externo mi preocupación al pueblo veracruzano, porque no me gustaría un gobernante para ellos como Miguel Ángel Yunes ni para ningún estado. Lo conocí personalmente y sé quién es: no es un hombre bueno.
En la página 86 del expediente, Edith afirma: “Sé y me consta sin temor a equivocarme, que [Succar] contacta también otras niñas en Estados Unidos para poder intercambiarlas con los señores Alejandro Góngora y el señor Kamel Nacif, quien también tiene gusto por los niños, así como Miguel Ángel Yunes”.
¿Sabes qué sucedió con “Sofía”?
—No sé qué fue de Sofi, perdimos comunicación desde que tenía ocho años, yo la conocí en Cancún porque fue con Miguel Ángel. Vi a Yunes varias veces con ella.
¿A ti te agredió Miguel Ángel Yunes?
—No, sólo lo vi con Sofi en los condominios Solymar, propiedad de Succar Kuri. Nunca abusó de mí, pero fue cómplice de Jean Succar Kuri.
Hoy Edith recuerda: “yo no sabía en ese momento que eran delitos, yo viví con Succar Kuri y lo vi como un papá que me educaba, pero que en las noches me violentaba sexualmente y yo tenía que aguantarlo. Tenía que aceptar compartir con sus amigos esas desviaciones sexuales. Viví con un pederasta, un enfermo. Eso no es normal”.
La primera vez que Edith comentó con alguien los abusos que sufría fue con su profesora de moral en el colegio La Salle, sin embargo, no se atrevía a denunciar a Jean Succar Kuri.
“Confundí el amor paternal con el amor de un papá, porque un papá no te hace eso. Me refugié ahí, conviviendo con su familia, con sus hijos, crecí con ellos un tiempo. Yo no podía ver a “mi papá” en la cárcel... salir de esa confusión mental cuesta mucho”.
¿Qué ha sido de tu vida desde entonces?
—Estuve estudiando Administración Hotelera porque en Cancún no había carrera de música y yo siempre he cantado, me gusta mucho el teatro, la comedia. Ahora estoy con mi pareja, tenemos ya tres años y tengo una hija, estoy plenamente feliz en ese aspecto; estoy agradecida con Dios por darme la oportunidad de ser madre de una niña bellísima que me da la alegría para vivir. Este sentimiento de madre me da el valor para pedir justicia. Mi plan a futuro es seguir con mis conciertos, cantando en Cancún en un hotel que es propiedad de mi esposo, ir al gimnasio, seguir con mi vida normal.
¿Tienes miedo?
—Dudé en hablarlo públicamente porque representa mucho riesgo para mí, no es fácil. Es una historia que me duele. Ahorita estoy aquí y caigo en la tristeza, la impotencia, de ser la niña que no se pudo defender. Me preocupa que otra menor pueda ser siendo violada, lastimada, abusada sicológicamente.
Lo hago ahora porque tengo la convicción de que es mejor hablar que callar, me he dado cuenta de que el monstruo seguirá creciendo mientras lo permitamos. Le digo al padre Solalinde que rece por mí porque él está más cerca de Dios, para que me proteja.
Y claro que tengo miedo, es probable que deba tener seguridad unos meses. Un hombre como Miguel Ángel Yunes es de temerse. Él no va a estar contento. Es un inmoral que nunca me defendió aunque supo de mi historia, ni en la vida privada ni en la vida pública. Nunca va a salir a decir: “es cierto, mi amigo Jean abusó de esa niña”.