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A un año de la desaparición de la estudiante chiapaneca Elizabeth Elena Laguna Salgado en Utah, Estados Unidos, sus familiares mantienen su búsqueda en medio de la indiferencia de las autoridades de aquel país y la falta de apoyo del gobierno de México.
No pierden “la fe y la esperanza” de que la joven ingeniero industrial de profesión y misionera de la iglesia mormona se encuentre con vida. “No queremos dejarla desaparecida, queremos que vuelva con nosotros para ser felices como antes de que se fuera”, afirman.
Este sábado recordaron el aniversario de la desaparición, “un año lleno de dolor, angustia y desesperación”, lamentaron.
Lo hicieron con una marcha del Parque Bicentenario al zócalo de la capital chiapaneca, durante la cual demandaron la intervención directa del presidente Enrique Peña Nieto, para que pida al gobierno estadounidense que reabra y acelere la investigación para localizar.
Denunciaron que debido a que las indagatorias iniciales no arrojaron ningún resultado, y como no hubo presión ciudadana, hace tres meses, las autoridades de ambos países dejaron el caso.
Pedimos al presidente de México que nos ayude en la búsqueda; “ lo único que queremos es que nuestra hermana regrese a casa, y seamos felices como antes”, afirmó Ruth Yolanda, una de las consanguíneas de la desaparecida, quien en noviembre pasado cumplió 27 años.
En el hogar de Elizabeth Elena, recuerdan el 16 de abril de 2015 como una fecha fatídica, cuando por última vez la escucharon decir “Ya salí de la escuela”, enseguida cayó el silencio de la joven de quien nunca más supieron nada.
Sara Yazmín, su segunda hermana la evocó en el día de su viaje “ iba ilusionada, sonriente y radiante. Se fue “contenta y alegre” a estudiar inglés en la escuela Noman Global Center Lenguages, en Provo, Utah.
“Mamá no estés triste, voy a progresar, a cumplir mis metas”, le aseguró a Libertad Edith Salgado Figueroa, el día de la partida.
Julio César Laguna Ozuna, dijo que a un año de la desaparición de su hija el gobierno de Estados Unidos cerró la investigación hace tres meses, debido a que no “encuentran pistas contundentes”.
Consideró que la falta de resultados se debe al racismo contra los mexicanos, aunado a la omisión y negligencia de las autoridades nacionales.
“No es posible que la tierra se haya tragado mi hija, cuando salía de la escuela; pasó un año y no sabemos nada, por eso pedimos que el presidente Peña presione a Obama ( Barack ) para que nos ayude a encontrarla y retorne a casa”, expuso.
Familiares y amigos recuerdan a Elizabeth Elena como una joven estudiosa y tenaz y persistente en su formación profesional, humana y religiosa, que en 2012 concluyó la carrera de ingeniero industrial en el Instituto Tecnológico Regional de Tuxtla Gutiérrez.
En su calidad de integrante de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, la joven permaneció año y medio de misionera en Pachuca, Hidalgo, de donde retornó en 2014, y viajó a la Ciudad de México, para asistir por un mes a un curso de formación empresarial.
El afán de profesionalización y su sentido humanitario la impulsaron a buscar el ingreso a la escuela Noman Global Center Lenguages , en Provo, Utah. Fue a ese centro educativo por su prestigio internacional y por la creciente comunidad estudiantil latina; sin embargo, éste “le ha negado todo apoyo”.
Este sábado, la madre de Elizabeth Elena, acompañada de amigos realizó una marcha en Utah, en donde se ofrecen 50 mil dólares de recompensa a quien proporcione información sobre la localización.
En esta capital, la marcha de familiares y amigos no pudo ingresar al centro del zócalo. Mandos policiacos que custodian los alrededores del palacio de gobierno estatal, se lo impidieron.
El grupo, con pancartas alusivas y fotos de Elizabeth Elena en las playeras, realizó un mitin en una sección de la plancha de la plaza central.
Ahí Julio César y sus hijas Ruth Yolanda y Sara Yazmín, periodistas de profesión, con lágrimas en los ojos se quejaron de la desatención institucional, incluso, compararon el caso con el del ambientalista Gustavo Castro Soto, residente en San Cristóbal de las Casas, por quien el gobierno mexicano “sí se movilizó por mar y tierra” para que retornara sano y salvo de Honduras.