En los callejones de la zona norte, en la ciudad de Tijuana, Baja California, no sólo hay estadounidenses, pero son la fuerza básica. Muchos espectaculares están escritos en inglés y mientras caminas, los guardias de las cantinas te abordan con desenfrenados gritos de “beer and girl” —cerveza y niñas—. Los lugareños han perfeccionado con pulcritud el acento.
Constantemente aparece alguien que pregunta de dónde eres, qué buscas. Te ofrecen artesanías empolvadas que trajeron de China en 1980 y la típica foto montado en un burro de costillas prominentes que está pintado de cebra. Otras veces, al oído, terminan por ofrecerte un chico, muy chico.
Carlos, un joven de 17 años —veterano según la lógica pedófila— señala que el negocio en Tijuana se cierra con un apretón de manos en cafés internet del centro de esta urbe fronteriza.
Los niños esperan jugando Candy Crush en una computadora, hasta que aparece un cincuentón grasiento, de doble papada y panza redonda. Aunque existe la creencia de que un niño vale más, la tarifa estándar va de los 20 a los 50 dólares toda la noche.
A Carlos, El Veterano, lo retiraron este año. Después de ser prostituido durante siete años, se le permitió salir del negocio. No hay mercado para un joven que recién ha contraído VIH.
Turismo sexual
Tijuana es destino para los turistas sexuales, hace un par de semanas Joel Wright, un seminarista de Ohio, quien había contratado un “guía de turistas” que le tendría preparadas en Tijuana a tres bebitas para que abusara de ellas, fue detenido por las autoridades de Estados Unidos en el aeropuerto de San Diego.
De acuerdo con la acusación a la que EL UNIVERSAL tuvo acceso, el seminarista católico publicó un anuncio en Craighlist, una página de clasificados por internet. Solicitaba los servicios de un guía de turistas en la ciudad norteña.
Al hacer contacto con algunos, les confesó sus deseos de hacerlo con niñas. Fue ahí cuando algunos de ellos hicieron contacto con autoridades estadounidenses. Agentes del Departamento de Seguridad Nacional se infiltraron y comenzaron a intercambiar correos con el seminarista.
Joel Wright tiene la cara gorda, los ojos hundidos y las orejas prominentes. Los lentes de fondo de botella, las camisas en colores pastel o la sotana que llevaba puesta en sus fotografías lo hacen parecer más aterrador.
—Yo planeo hacer todo cuando visite [Tijuana], será grandioso tener uno [bebé] de un año y otro de cuatro—, según consta en los documentos de la Corte, en los que el seminarista intercambió más correos, con detalles que revuelven el estómago a cualquiera.
La Promesa
Connie Youngkin era enfermera en un hospital de San Diego, en California, cuando conoció Tijuana. Fue en 1990 y acompañada de una amiga cruzaron la frontera porque querían practicar su español.
Empezaron a recorrer la zona centro de la ciudad, que en esos años estaba repleta de turistas estadounidenses, pero cuando caminaron cuesta abajo, encontraron un lugar que ahora describe en español como “deprimente”: La Zona Roja de la ciudad.
Callejones donde se intercala una cantina con un burdel, más cantinas, tugurios y moteles de paso. Años después volvería a Tijuana invitada por una congregación cristiana, que brindaba apoyo a las jóvenes que se prostituían en la zona. Pero Connie, acostumbrada a lidiar con el dolor y la muerte, en ese viaje sentiría como si alguien le diera un puñetazo en el estómago.
—Yo sabía de las muchachas que se prostituían para pagar su adicción a las drogas, pero al adentrarme encontré que muchas de ellas también prostituían a sus hijos pequeños, se los rentaban a sus clientes por días y noches —comenta Connie de 60 años.
El abuso a los niños la conmocionó tanto que continuó viajando a Tijuana, donde encontró que además de abuso sexual, los pequeños eran utilizados como “burros”, proxenetas y los narcotraficantes los utilizaban para esconder su droga de la policía.
Casi dos décadas después Connie decidiría vender su casa en California y traer a su esposo a vivir en un pequeño condominio en México. Aquí invirtieron todos sus ahorros en una casa hogar que pudiera albergar a niños abusados.
Hace seis años fundaron La Promesa, un albergue para niños hijos de prostitutas o abusados sexualmente en la Zona Norte de la ciudad.
—Son niños que llegan tan golpeados que pierden la capacidad de concentración y su cerebro queda dañado. Pero nosotros los queremos aquí. Hijos de madres que usualmente utilizan a sus hijos para intercambiarlos por drogas. Van a conseguir las drogas para sus mamás y son obligadas a tener sexo con la gente que las vende.
A la mujer de cabello rubio y ojos azules, la voz se le vuelve áspera: no entiende cómo hay mujeres que utilizan a sus niñas desde los tres años en la noche para venderlas y recibir a los pederastas al día siguiente, con sus pequeñas en brazos, después de abusar toda la noche de ellas.
—Tenemos esos casos, aquí recibimos a una niña que llegó con nosotros cuando tenía seis años. Su historia es que su mamá la vendía para prostituirla, además el novio la violaba. Tuvo una hermanita pequeña que fue violada y asesinada frente a ella por un pederasta.
Los niños de La Promesa viven en el que fuera un hotel de lujo frente al océano Pacífico, en Tijuana. El lugar cuenta con alberca, comedores, decenas de cuartos de amplias ventanas desde donde cada mañana los niños despiertan con el sonido de las olas del mar.
Connie y su esposo, Tyler, un patólogo retirado, mantienen la casa hogar con el dinero de su jubilación y el apoyo del Children’s Prommise International, una organización en defensa de la niñez. La sede se encuentra en Ohio, sí, desde donde viajaba el seminarista pedófilo Joel Wright.
El promedio mensual de gastos es de 25 mil dólares que les han permitido albergar a más de 500 niños. En La Promesa todos los niños aprenden a nadar y surfear, Connie dice que el mar es tranquilizador para ellos.
—Muchos de ellos sienten culpa por la situación que vivieron, pero les enseñamos que no fue su culpa, a que sanen sus corazones.
50 mil niños prostituidos en la frontera
Las organizaciones mundiales para la protección de la niñez aceptan que desconocen la cifra de niños prostituidos a nivel mundial, es imposible. Sin embargo, en 2015 la Asociación Unidos contra la Trata estimó que hay al menos 50 mil niños esclavos sexuales en la frontera de México con Estados Unidos. Otros 20 mil en el resto del país.
La Red Mundial de Organizaciones para Acabar con la Prostitución Infantil, la Pornografía Infantil y el Tráfico de Niños con fines Sexuales (ECPAT, por sus siglas en inglés) destacó en su informe de diciembre de 2014, que sólo dos estados en México son señalados como origen y destino: Chiapas y Baja California.
Señala que en México se carece de políticas públicas o han fracasado en la implementación, y que el gobierno actual dejó de elaborar un plan específico contra la prostitución infantil, sumado a que no existe un programa nacional en favor de la infancia y adolescencia.
Mientras tanto, en México los grandes centros turísticos de prostitución infantil continúan siendo Tijuana, Acapulco y Cancún.