Elena pasó cuatro días de angustia que terminaron en tristeza profunda. Su sobrino Juan, a quien educó desde los 7 años al morir la madre, fue uno de los prisioneros muertos en el enfrentamiento en el penal de Topo Chico hace seis días, pero el cuerpo fue identificado cuatro días después de la gresca que dejó 49 reos caídos.

Apenas se enteró de la matanza en el penal, viajó por más de tres horas desde Reynosa, Tamaulipas, a Monterrey.

A su llegada a la capital de Nuevo León —el pasado jueves—, las autoridades de la prisión le informaron que su sobrino estaba vivo, pero no podía verlo en la visita porque no era familiar directa, a pesar de que ella era la tutora debido a que Juan no tenía padres.

“Desde el jueves, el primer día, me dijeron: ‘Ahí anda, está en el pase de lista’, y luego decían: ‘No lo encontramos, pero aquí anda’. Soy su tía materna, tutora, soy como su madre, mi hermana murió cuando Juan tenía 7 años y yo me hice cargo de él”, sostiene.

El domingo por la mañana, cuatro días después de la matanza, autoridades del penal le llevaron malas noticias al decirle que Juan no se encontraba en las listas de heridos ni de trasladados a otras cárceles ni de muertos y que no aparecía por ningún lado.

Narra que después de varias horas de insistir, la noche del domingo le informaron en el Servicio Médico Forense que su sobrino era uno de los nueve cadáveres que aún no habían sido identificados.

Hasta ayer las autoridades habían terminado de identificar a los 49 cuerpos de reos muertos y todos, también, fueron entregados a sus familiares.

Elena reconoció el cuerpo de Juan, pese al rostro desfigurado por la golpiza que ledieron.

“Yo le mandé un mensaje al gobernador [Jaime Rodríguez Calderón] por WhatsApp, le dije: ‘Que poca madre de seguridad de mierda que tienen en el penal’, se lo mandé directo a El Bronco”, expresa.

Mientras la trabajadora social del DIF estatal le hace un estudio para que todo el servicio funerario sea gratis, Elena piensa en arreglar el rostro de su sobrino para que esté presentable cuando lo velen.

Hace cuatro años, cuando Juan se fue a vivir de Reynosa a Monterrey y tuvo la mala fortuna de pisar el penal de Topo Chico acusado de secuestro, Elena presentía un mal futuro. En el momento que ingresó al centro penitenciario pagó a Los Zetas 10 mil pesos para que no lo mataran y en varias ocasiones le pidieron 300 pesos; cuando no recibían el dinero lo mantenían encadenado.

Ayer por la tarde, en la entrada del Semefo, Elena y otros de sus familiares esperaron a que el cuerpo de Juan les fuera entregado. Alrededor de las 15:00 horas lo recibieron. Ella dice que lo velarán en Monterrey, lo incinerarán, para después trasladar sus cenizas a su tierra natal, Reynosa.

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