Ciudadanos que participan en la defensa de los manglares y recursos naturales dentro del “Malecón Tajamar”, se desmarcaron de partidos políticos y líderes que intentan secuestrar el movimiento civil.
Agrupados en uno de los tres accesos que conducen al interior del polígono de 78.4 hectáreas, mujeres y jóvenes que montan guardias las 24 horas del día, aclararon que su motivación es genuina, sin fines de lucro, ni en busca de algún puesto o posición política de cara a las próximas elecciones.
Su pronunciamiento obedeció a que la tarde de ayer, en el acceso central, hubo personas repartiendo playeras con el nombre del regidor y ex candidato a la presidencia municipal de Cancún, Antonio Cervera. También porque hay quienes “sin fundamento” –subrayan- intentan engañar a otros ciudadanos corriendo rumores de que él es quien está apoyándoles, incluso en lo legal.
Como antecedente recuerdan que semanas atrás militantes del Partido Verde Ecologista (PVEM) quisieron “colgarse” de la causa ciudadana para tomarse fotos y lucrar políticamente con el tema. Militantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) se han acercado también.
“Estamos deslindándonos de cualquier partido político, de cualquier nexo o ayuda o liderazgos que quieran secuestrar este movimiento, en el que estamos de corazón, por el amor a la naturaleza, al manglar y no por otros motivos. Nos enteramos de que por ahí se está diciendo que Antonio Cervera está detrás de nosotros y queremos aclararle a la opinión pública que es falso. Es una mentira que pretende desvirtuar esta causa.
“Nosotros los invitamos para que vengan a hacer guardias, a pasar frío en las madrugadas, para aguantar los moscos, y que se den cuenta que somos ciudadanos, hay madres de familia, padres de familia, hijos, estudiantes, unidos solo por una causa: Salvar al manglar”, afirmó Milka Sánchez.
Milka aclara que “bajo ninguna circunstancia” se está pidiendo dinero. No en ese acceso. “Si la gente quiere venir y apoyarnos con comida o algo, lo aceptamos, pero no pedimos dinero”.
Lo que se observa en esa entrada, es una pequeña carpa que han montado para vigilar y documentar la entrada y salida de personas o vehículos hacia el Malecón; en ella conviven personas que antes del 16 y 17 de enero –cuando la devastación de manglares, sabana y selva- no se conocían.
Hay jóvenes estudiantes, mujeres y señoras, que antes desconocían las funciones de los manglares –filtro de contaminantes, hogar y sitio de reproducción y alimentación de especies- y hoy recitan sus cuatro tipos: Blanco, rojo, botoncillo o negro. Otros conocen también las normas o leyes que protegen a ese tipo de humedal.
En la mayoría hay una coincidencia o varias. Su preocupación por el destino del sitio, la tristeza ante la muerte de animales y plantas de diferentes tipos; el coraje e indignación por el papel de la autoridad, defendiendo el proyecto o enviándoles a policías para amedrentarles; y las horas y esfuerzo físico invertidos en rotarse para hacer las guardias. El cansancio.
Algunas mujeres aún lloran evocando lo que ocurrió la madrugada del 16 de enero e incluso hay hombres que se doblan también al llegar por primera vez al polígono y verlo destruido. El efecto en muchas de las personas suele ser igual: La tristeza. También la rabia.
Hay una familia que se planta entera para hacer las guardias, hasta que llegan otros y les suplen. Milka habla de esa constancia y de ese esfuerzo. Lucy Sandoval llora pidiendo a los reporteros que no suelten el tema; Doña Betty se cooperó con una planta de luz, porque el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) o el gobierno de Cancún, les cortaron la energía eléctrica y la obscuridad les atemoriza.
Y Rocío Pinto fue una de las ciudadanas que promovió un amparo ante el Juzgado Tercero. Mañana es la audiencia incidental en que el juez resolverá si le concede o no la suspensión provisional.
En sus manos sostiene las copias de las suspensiones provisionales que han otorgado algunos Juzgados de Distritos, para que si el Fonatur u otra autoridad pretenden entrar, se les exhiba y explique que no pueden tocar nada, según la instrucción del juez. Se toman fotos, videos y si hay insistencia en entrar para realizar algún trabajo, se llama a la policía para denunciar que se está violando la disposición de un juez, explica.
En la demanda de amparo que ella promovió, detalla lo que vio el 16 de enero, cuando logró escabullirse para ingresar al “Malecón Tajamar”, cuando las máquinas llevaban ya horas trabajando. Comenzaron a las 2 de la madrugada.
Pinto evoca con nerviosismo el momento. Dice que vio máquinas arrancando de raíz la vegetación y a camiones sepultando animales vivos, “hasta que la policía me sacó. Me sacaron escoltada como si yo fuera la criminal”.
Lo que más le asombró de ese momento –narra en entrevista- fue la frialdad de los empleados que operaban la maquinaria pesada, “los camiones arrasando con todo sin importarles lo que hubiera al paso. La impotencia de ver a la autoridad defendiendo eso”.