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Así como ha causado gran impacto mediático la recaptura de Joaquín, El Chapo, Guzmán, el pasado viernes, hace 20 años, el 14 de enero de 1996, la detención de Juan García Ábrego provocó un escándalo que traspasó las fronteras de México. El capo, considerado entonces el narcotraficante más poderoso del país, dirigía al Cártel del Golfo (CDG) cuando fue aprehendido en una zona campestre del metropolitano municipio de Juárez, en Nuevo León.
El director de inteligencia del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas (INCD), Horacio Brunt Acosta, al mando de 14 agentes especiales que participaron en la llamada Operación Leyenda, realizó la aprehensión sin disparar un sólo tiro, en una modesta finca que parecía no corresponder al llamado Barón de Matamoros, a quien las autoridades atribuían una fortuna millonaria en dólares.
La captura del capo —que mantenía en un puño a la organización delictiva CDG y su ausencia generó disputas para hacerse del liderazgo criminal—, junto con otros factores, fueron los detonantes de la violencia que desde entonces estremece al noreste del país, considera Sócrates Rizzo García, quien era gobernador del estado cuando ocurrió la detención.
Entre los otros factores que menciona está la llegada de la oposición a los municipios, estados, y a la Presidencia de la República, lo cual debilitó el poder del Estado al quedar distribuido en diversas fuerzas políticas.
Irónicamente, los dos hombres que protagonizaron la historia ese 14 de enero, uno con la gloria de la detención y el otro con la afrenta que lo llevó a la derrota, hoy coinciden en una circunstancia: viven alejados de su patria a causa de las actividades que desempeñaban.
Juan García Ábrego pasa los días encerrado en una prisión de Colorado, Estados Unidos, purgando una sentencia de 11 cadenas perpetuas, condena que pudo ser menor, pero rechazó ser informante de las autoridades norteamericanas al sostener que no era “soplón ni traicionero”, cita J. Jesús Esquivel en su libro La DEA en México. Una historia oculta del narcotráfico contada por sus agentes.
Operación Leyenda
El ex líder del CDG nació el 13 de septiembre de 1944, supuestamente en el rancho Las Puertas, cerca de Matamoros, Tamaulipas, aunque otra versión ubica su natalicio en La Paloma, Texas. Precisamente el misterio de su doble nacionalidad facilitó al gobierno mexicano su inmediato “destierro” o deportación a Estados Unidos sin que se realizara el proceso de extradición, como señaló en su momento el fallecido abogado Américo Delgado de la Peña.
En contraste, Horacio Brunt —reconocido casi como héroe nacional por la captura del capo— dejó el cargo siete meses después, en agosto de 1996, cuando fungía como subdelegado de la Policía Judicial Federal en Baja California.
El entonces procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia, cesó a 21 subdelegados de la Policía Judicial Federal, junto con más de 700 comandantes y agentes para “sanear” a la dependencia federal.
En 2011, 15 años después, Brunt Acosta declaró al periódico El Mundo, de España, que él no estaba entre los cesados, pero decidió renunciar por no estar de acuerdo con la baja de su equipo, los 14 agentes que lo acompañaron en la Operación Leyenda, lo cual consideró que pudo ser en represalia por la captura de García Ábrego. Los 14 agentes, posteriormente, fueron readmitidos en la corporación.
Con una visa de turista, Brunt se refugió en Estados Unidos, y allá recibió informes del FBI y la DEA de que el gobierno mexicano lo investigaba para involucrarlo con el narcotráfico, de colaborar con los que había perseguido, al tiempo que temía ser asesinado por la mafia.
Rechazó entrar al programa de protección de testigos en EU y como no se le ofrecía la residencia permanente pese a que no había cargos formales en su contra, decidió refugiarse en España, donde se dedicó a vender comida mexicana, jugos y chiles jalapeños.
La detención de García Ábrego ocurrió al anochecer del domingo 14 de enero de 1996, en una modesta finca, muy sencilla en comparación con las construcciones ostentosas de empresarios o ganaderos del municipio de Juárez.
El principal cabecilla del narcotráfico en México hace 20 años llegó solo, en una camioneta Chevrolet sin blindaje ni despliegue de seguridad, como si fuera un lugareño o trabajador de la finca que le servía de refugio.
Durante el recorrido que la PGR organizó en las horas siguientes para los representantes de los medios, se observaron en el sitio escasos muebles, como si sólo se utilizara para dormir de vez en cuando, pero había muchos amuletos.
La casa estaba protegida por una barda de metro y medio de altura que supuestamente el capo pretendió brincar para escabullirse de los agentes federales, quienes le ordenaron detenerse, indicación que obedeció sin que hubiera un solo tiro. Después agradeció que no lo golpearan y le respetaran la vida.
Los agentes especiales comandados por Horacio Brunt cosecharon el fruto que habían cultivado durante un año preparando la Operación Leyenda.
No obstante, Brunt había reunido información desde finales de 1993 que lo llevaría a la captura de García Ábrego ya que por dos años estuvo como subdelegado de la PJF en la entidad, y detuvo a varias piezas claves del Cártel del Golfo, como Raúl Valladares del Ángel, y Carlos Reséndiz Bertolucci, cerebro financiero de la organización delictiva.
Desestabilización
La abogada Raquenel Villanueva Fraustro, ultimada a balazos en agosto de 2009 y famosa por defender a narcotraficantes detenidos, sostenía que el líder del CDG no necesitaba escoltas o gatilleros que lo cuidaran porque recibía protección de las autoridades, a tal grado que acostumbraba tomar sus alimentos en el restaurante Palax, uno de los más tradicionales de la calzada Madero de Monterrey, hasta donde era conducido en patrullas de Juárez.
Sócrates Rizzo, quien fungía como gobernador de Nuevo León en ese tiempo, rechazó que su gobierno hubiera dado protección al capo y dijo desconocer si lo apoyaba la policía municipal.
Afirmó que su jefe de la Policía Judicial, Fernando Garza Guzmán, se mantenía en colaboración constante con la delegación de la PGR, y compartía información sobre movimientos sospechosos como adquisición de residencias o vehículos con dinero en efectivo, o registro de nuevos alumnos foráneos en colegios de paga.
El ex gobernador señaló que de 1991 a 1996, cuando encabezó el gobierno del estado, no había narcotienditas y el problema de adicciones se limitaba al uso de thiner y pegamento; las ejecuciones eran esporádicas y afectaban sólo a quienes estaban involucrados en el narco.
La presencia de un partido hegemónico en el poder, el PRI, expresó Rizzo, permitía un Estado fuerte que podía someter y controlar a la delincuencia, pero la situación cambió cuando la oposición empezó a ganar estados, municipios y la presidencia, no porque hubiera complicidad con el crimen, sino porque el poder centralizado se distribuyó y llegaron otros mandos que carecían de experiencia, mientras eran despedidos muchos cuadros que habían controlado a la delincuencia.