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Las manos de quienes purgan una condena por diferentes delitos ahora se ocupan en elaborar balones de futbol. Los gajos son cosidos artesanalmente por los internos y terminados mediante un proceso de cierre que requiere de mayor tiempo.

Entre 2 mil 800 y 3 mil balones es el resultado del trabajo conjunto de nueve de cada 10 internos del penal La Piedad, quienes invierten gran parte de su tiempo en esta actividad.

Nadie se queda sentado. Las celdas, los patios, los talleres y los pasillos de las cerca de ocho hectáreas que comprenden el Centro de Reinserción Social son los lugares que eligen los hombres y mujeres recluidos en esa cárcel, para la elaboración de los esféricos.

Los reos destinan el pago de la jornada de trabajo para su manutención y en algunos casos aportar al gasto de la familia. Reciben 15 pesos por balón. El material les llega cortado de las empresas Marvel y Soccer.

Un banco de madera de fabricación casera, hilo, agujas y las piezas de distintos materiales están detrás de estos sujetos con rostros rudos; el material es su principal arma para “defenderse”.

En el penal de La Piedad predominan los internos acusados por delitos contra la salud, homicidio, robo con violencia y lesiones.

Más que cárcel, “la salvación”. José Luis —nombre ficticio por cuestiones de seguridad—, agradece haber sido detenido en 2010 por autoridades federales, ya que de otra forma —dice—, actualmente estaría muerto junto con su familia, por la vida que llevaba.

Como la mayoría de los internos, domina el hilo cáñamo con el que se tejen los gajos de nylon para construir un balón, y mientras lo trabaja con el sol a plomo, revela a EL UNIVERSAL que está procesado por homicidio; mató a una persona bajo los influjos del alcohol y despertó tras las rejas.

El joven recluso también fue desde chico “halcón” para células criminales en uno de los municipios de esa franja Michoacán-Jalisco.

“Todos en el rancho lo hicimos en su momento y aunque no nos pagaban bien, nos alcanzaba para sentirnos chingones y superiores a los de otros pueblos. Luego ese dinero me sirvó para emborracharme, comprar armas y cometer errores”, describe el interno; mientras platica se agacha, toma más material con las manos llenas de callos y se reacomoda en su banco para iniciar otra pieza.

La construcción de balones es su fuerte y alcanza a terminar hasta 50 o 60 en una semana. El pago por su trabajo lo utiliza para darlo como gasto a su esposa los días de visita en ese centro penitenciario ubicado en uno de los principales, municipios dedicados a la maquila balonera.

Ya no consume drogas, estudia el segundo grado de secundaria a través del programa semiescolarizado del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) al interior del Cereso y de vez en cuando aprende otros oficios en los talleres del penal.

La oportunidad de ser productivo. La maquila de balones al interior de esa cárcel inició hace 10 años y casos de buena conducta, como el de José Luis, permitieron que las empresas Marvel y Soccer decidieron darle una parte de ese trabajo —mediante convenio— a los reclusos, por lo que la producción se triplicó de tres años atrás a la fecha; es decir, producían hasta 2012 un máximo de mil balones por semana y ahora llegan hasta 3 mil.

Ese penal fue puesto en marcha en 2004, pero no fue sino hasta un año después cuando una de las empresas dedicadas a la maquila de balones deportivos empezó a darle trabajo a los reclusos sin dejar de producir el resto a través de jornaleros contratados por destajo en sus talleres.

Un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) indica que hay sobrepoblación en 204 de las 388 cárceles del país, problema que no enfrenta este Cereso, ya que tiene una capacidad de 650 internos y actualmente lo habitan 448, de los cuales 23 son mujeres y el resto hombres, explicó el director del penal, Marco Antonio López García.

Este Cereso está ubicado a la entrada del municipio del mismo nombre y se ha mantenido sin incidentes entre su población a pesar de estar en la franja colindante con Jalisco, donde grupos del crimen se disputan el territorio.

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