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María Rosa López Torres, ama de casa, dejó de ver televisión desde el 11 de diciembre debido a que cuenta con un equipo analógico que no capta la señal digital sin un decodificador, que no puede comprar “ni en abonos”, por falta de recursos económicos.
La familia de María Rosa (su esposo Isaac y una hija) viven en una casa en obra negra en Querétaro.
La ama de casa disfrutó mucho el 10 de diciembre, último día que pudo ver sus programas favoritos, contrario a lo que le sucedió a su marido quien la mañana del 11 de diciembre movía desesperadamente los canales por medio del control remoto con una posible esperanza de que su equipo análogo todavía captara la señal abierta de televisión.
“La tele nos servía para distraernos un rato, me gustaba mucho ver el programa Venga la Alegría en el canal 13, aunque también veo mucho el canal 2”, dijo con resignación.
Señaló que su televisión la tenía conectada a una antena aérea: “Ya sabíamos que se iba a tener ese problema del apagón, pero no tenemos dinero para comprar el decodificador, pensamos que a lo mejor había ofertas, pero no encontramos, no nos alcanza ni para comprarlo en abonos”, aseguró.
“Ya checamos precios de los aparatitos, valen entre 600 y 800 pesos, es mucho dinero, no tenemos de dónde agarrar, me quedaría sin dinero para los gastos escolares de mi hija”, dice.
Ahora sin televisión se pondrá “a escuchar la radio, al fin que nos gusta mucho la música o también podremos leer el periódico o nos inventaremos alguna cosa para no aburrirnos por las tardes, lo cierto es que nos vamos a quedar sin tele, ni modo, apenas nos alcanza para comer huevito”.
Refirió que tiene una hija pequeña que va por la tarde a la escuela “y ella también veía un rato la televisión después de que llegaba de clases, mientras que mi marido veía el box”.
“No me perderé la novela”. “La novela se quedó buena y se va a poner más… no me la puedo perder (…) Secuestraron a uno de los Reyes y su hermana lo encontró, pero la que lo secuestró le prendió fuego a donde estaban...”; para no perderse la novela, Guadalupe Bañales tendrá que negociar con su hijo, el único que tiene una televisión digital en su casa.
Guadalupe trabaja limpiando casas y vive en la colonia Oblatos, de Guadalajara, junto con su madre, su hijo, su hija, su yerno y su nieto.
Hasta el martes pasado en su casa funcionaban tres televisores en los que se veían distintos canales y aglutinaban a diferentes miembros de la familia, según los gustos de cada uno.
Sin embargo, con el apagón analógico ahora sólo funciona la televisión de su hijo, por lo que tendrán que negociar para compartirla.
Aunque supo que algún día llegaría esto del apagón digital, lo veía como algo lejano y no le preocupaba mucho, pero ahora la decisión del gobierno federal trastocará su dinámica.
“Una nueva oportunidad”. Aimé Ramón vive en Tlaquepaque, Jalisco, y dejó de ver televisión hace aproximadamente dos años y decidió ocupar el tiempo que dedicaba a la televisión en hacer ejercicio. Hoy el tema del apagón analógico es para ella una oportunidad de cambiar dinámicas en el hogar.
En su casa hay tres televisiones análogas que hasta el martes 15 de diciembre sólo encendían sus dos hijos adolescentes, pero con el apagón, Aimé y su esposo ya tienen un plan: no comprar teles nuevas y el dinero que tendrían que invertir para cambiar las televisiones análogas por nuevos aparatos digitales lo invertirán en cursos o actividades deportivas.
“Además tenemos servicio de internet en casa y mis hijos usan sus tabletas o sus teléfonos celulares para navegar; con todo lo que hay en internet pueden encontrar sus series ahí y sustituir la televisión, eso puede compensar las cosas un poco”, afirma.
“No tenemos dinero para comprar una pantalla”. Desde el 11 de diciembre que se dio el apagón analógico en Querétaro, la familia Marín Martínez dejó de ver televisión, pues no cuenta con dinero para adquirir un aparato digital o un decodificador para sintonizar los canales de señal abierta.
Cristopher Marín, con 19 años de edad, el mayor de los cuatro hermanos de una familia que vive en la colonia Loma Bonita de la ciudad de Querétaro, explicó: “ Yo casi no veo la televisión, pero me preocupa que mis hermanitos vean sus programas porque esa era la única distracción que tenían”.
Guadalupe, hermana de Cristopher, entristeció al ver que en su televisor ya no podrá ver de las caricaturas que todos los días le robaban una sonrisa.
La pequeña, de 12 años de edad, se queda acompañada durante gran parte del día de sus tres hermanos mientras su mamá Noelia Teresa sale del hogar a trabajar para mantener a la familia, que vive en dos cuartos.
En uno de ellos se observan amontonados la estufa, una mesa con los trastos, el refrigerador, una cama con un par de cobijas y un televisor rojo que ya no capta los canales.
Durante todas las mañanas después de desayunar y hacer sus tareas, prendía la tele para ver las caricaturas.
“En la noche mi mamá prendía la televisión para ver las telenovelas y las noticias y ahora no sé qué haremos sin tele, y en este momento no tenemos dinero para comprar una pantalla, es muy cara”, lamenta la pequeña.