El 6 septiembre IgorLechtchenko recibió una llamada: el novio de su hija Anastasia le pedía ayuda al otro lado del teléfono. La joven de ascendencia rusa lloraba, descontrolada se expresaba a gritos en dos idiomas. Anastasia, nacida en México, pero llevada a Rusia desde pequeña para ser registrada en aquel país, perdía el control. Nadie podía entender los gritos de la joven.

Unas horas antes el señor Lechtchenko terminaba de entrenar a la selección de gimnasia de Baja California, en el Centro de Alto Rendiento, cuando recibió la llamada que antecedería a una serie de acontecimientos, que terminarían en un asesinato.

Llegó a la casa y encontró a una Anastasia fuerte. No podría sujetarla, lloraba y los gritos agudos dolían; incluso para Igor Lechtchenko —un hombre que poco sonríe y con la fuerza de un atleta olímpico— llevarse a Anastasia fue como mover un témpano.

Decidió llevarla al Hospital de Salud Mental, una institución reconocida por apoyar a gente con problemas económicos y padecimientos mentales. La falta de dinero siempre había sido una constante en la casa de la familia que había llegado de Rusia hace dos décadas.

Los pagos comenzaron al instante: 460 pesos por la primera hospitalización en atención de urgencias. Ese 6 de septiembre la joven fue asistida por el médico Jesús Esteban Braham, y firmaron como testigos el señor Lechtchenko y el novio de Anastasia, Juan Eduardo Cruces.

Dice Lechtchenko que los gastos eran muchos. Mantener hospitalizada a su hija fue imposible. Aunque el hospital aceptaba pólizas del Seguro Popular, en su caso no aplicó, porque la joven había consumido drogas, por lo que tenían que costear el tratamiento. Sin dinero, Anastasia abandonó el hospital.

Fue ahí cuando la familia Lechtchenko se enteró de que su hija estaba enferma, el diagnóstico firmado por otro médico certificaba que la joven padecía “trastorno psicótico”. Fue dada de alta el 8 de septiembre de 2014.

La acusación

Nueve meses después, Anastasia fue acusada de asesinar a su familia. Acuchillarlos, sacarle los ojos a su hermanita. Desmembrar a su madre, Yuliya —pianista ucraniana—, en la cocina y sobre la barra de desayunos.

El 11 de junio, con el rostro iluminado de verde, los ojos delineados de negro y la pupila dilatada, Anastasia fue detenida por elementos de la Procuraduría General de Justicia de Baja California. Pero antes de ser llevada al Ministerio Público fue interrogada y grabada ilegalmente.

Al arribar a las oficinas de la Fiscalía, el primer abogado de oficio, Juan Alberto Rubio Almaraz, notó inconsistencias en la declaración de la joven: “La rindió manifestando hechos incoherentes”, dejó asentado en un documento oficial.

“Se considere para que esta Fiscalía ordene a peritos en materia de psiquiatría forense, le apliquen los exámenes en conducta correspondiente para que se determine si la declarante se encontraba consciente y bien orientada en todas sus esferas al momento de los homicidios de su madre y hermana”.

Sin embargo, eso pasaría hasta el 24 de junio, y Anastasia sería evaluada por la psicóloga Nayeli Cota Arredondo, perito auxiliar del Tribunal de Justicia del Estado; ya encarcelada y a petición del abogado particular de la joven. Los resultados corroboraron el diagnóstico que nueve meses antes médicos del Hospital de Salud Mental habían realizado.

Discusión con la madre

La psicóloga abre el peritaje psicológico con una frase: “Hace referencia a que supo que no era su madre biológica (Yuliya Masney), esto sucedió durante una discusión, hace aproximadamente dos años, en donde al parecer la señora Yuliya le confesó que no la había concebido y que desearía la hubieran abortado”.

Explica que durante la entrevista con Anastasia, ella le aseguró no haber matado a su madre y a su hermana. Un olor muy extraño procedía del patio de su casa, describió que vio unas bolsas, las abrió y descubrió los cuerpos de sus familiares.

También explica que los agentes que la detuvieron abusaron sexualmente de ella y la golpearon, entre otras cosas.

Luego de ver a Anastasia en la penitenciaría de Tijuana, Cota detectó alteraciones en el pensamiento. La joven delgada, de 1.60 metros de altura, cabello rubio y ojos azules tenía manchas en el cuello, mecanismo de liberación de estrés.

Anastasia había trabajado como recepcionista en el Gran Hotel Tijuana, uno de los más lujosos de la ciudad propiedad de un ex alcalde, y hasta el día del asesinato se encontraba cursando una carrera técnica en turismo.

Anastasia habló de Yuliya y Valeria en presente: como si aún estuvieran vivas.

La perito del Tribunal de Justicia del Estado concluyó que la joven presentó un perfil válido con presencia de perturbación emocional severa. Mal funcionamiento del yo, problemas poco usuales y pensamientos propios de psicosis (perturbación del juicio, voluntad y afectividad).

Es una persona evasiva, defensiva, rechaza sus conflictos, con tendencias a las adicciones e ideaciones suicidas. Denota una gran cantidad de afecto que no puede ser satisfecho. Su dependencia hacia la figura masculina es exigente.

Rasgos de la personalidad

Dentro de las características principales de la personalidad, Anastasia destacó la incapacidad para expresar enojo de manera racional. Conducta impulsiva, control interno limitado. Presenta rasgos claramente paranoides, se percibe un cuadro patológico muy marcado y presenta ideas de referencia y persecución.

Detectó la presencia de trastorno de pensamiento, confusión, pensamientos extraños, creencias y actividades raras. Además de ansiedad, inseguridad, posible derrumbe de tendencias psicóticas. Perturbación del juicio y afectividad. El dictamen pericial arrojó indicadores de trastorno esquizofrénico de la personalidad, y sugirió intervención psiquiátrica.

Anastasia fue encarcelada en la penitenciaría de Tijuana, la defensa de la joven asegura que, al parecer, las autoridades han ignorado su historial clínico. Podría pasar hasta 50 años en prisión, y es que aún no le han dictado sentencia.

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