Corren los años 90. En la franja fronteriza entre México y Estados Unidos, en algún paraje del Valle de Juárez, tres hombres aguardan del “lado mexicano” escondidos tras unos matorrales junto al río Bravo, cuyo nivel a la media noche es de cerca de un metro. Observan una camioneta de la Patrulla Fronteriza alejarse siguiendo el cauce de las aguas. Todo está listo para cruzar la mercancía.
En bolsas de plástico de unos 15 kilos, cada una, comienza el trabajo. En fila cruzan por el río de un país a otro, tras unos cuantos minutos van y vienen.
Por el “lado americano”, un viejo carro se acerca con las luces apagadas, Óscar desciende y llena el interior. El vehículo únicamente tiene el asiento del piloto, los demás fueron retirados para acomodar más paquetes.
No es necesario pesar la mercancía, todos se conocen y nunca se juegan chueco, tan así es que Óscar les pagará hasta el día siguiente. Terminan de cruzar las bolsas, y cada quien toma su camino, los tres hombres vuelven a México, y él se va rumbo a la autopista Interestatal 10 hasta llegar a una vieja bodega en El Paso, Texas.
Por la mañana, comienza la distribución. La mercancía está caliente, entre más rápido se acomode, mejor. Hay agentes federales rastreando y si Óscar es sorprendido, pasará varios años en una prisión. El riesgo vale la pena, el precio anda por las nubes.
“Hace 20 años así me ganaba la vida, había mucho dinero por contrabandear aguacates. En ese tiempo los gringos habían cerrado la frontera al aguacate mexicano, y el de California ningún restaurante lo quería, por caro y desabrido. Pero era muy penado si te agarraban, casi peor que pasar mariguana, luego se permitió la importación y se acabó el negocio”. A sus 65 años, Óscar relata la época en que fue contrabandista de verdura, uno de tantos trabajos que ha tenido, como muchos mexicanos que viven el día a día entre una nación y otra.
“Me pagan 120 dólares a la semana, pero me aviento mis liebres (trabajos extra) y con eso me aliviano”, comenta Óscar al término de una jornada laboral de casi 10 horas como cargador.
Su paga es tres veces menor al salario mínimo oficial en el estado de Texas, que es de 7.25 dólares por hora, y aunque su ingreso por día es de 350 pesos, que en México pudieran ser suficientes para los gastos de él y su esposa, de lunes a viernes vive en El Paso, y por ende gasta en dólares.
“No me alcanza con lo que me pagan, pero no tengo papeles, si fuera legal ganaría como 80 dólares diarios. A veces cargo camiones de otras bodegas y gano otro dinerito”.
Óscar nació en la época de mayor bonanza de Juárez, en los tiempos en que miles de soldados llegaban con carretadas del billete verde, y con la consigna de gastarlos a como diera lugar.
“Llegaban de Fort Bliss (la segunda base militar más grande de EU, ubicada en El Paso), traían mucho dinero o, era cuando a Juárez le iba bien, ahí surgieron los primeros millonarios”.
La vida nocturna de la frontera creció y se internacionalizó a pasos agigantados; se cuenta que Frank Sinatra y Marilyn Monroe venían a divertirse en los bares y restaurantes locales.
Cada semana Óscar cruza de Juárez a El Paso, con el riesgo de ser sorprendido por las autoridades de migración a quienes suele contar siempre la misma historia: va a comprar autos usados para importarlos y venderlos legalmente en México. Pero la versión ya no tiene vigencia, dado que la venta de carros se ha desplomado por el elevado costo de los trámites.
“Un día me van a agarrar, se van a dar cuenta que paso mucho, yo creo que sí lo han notado, pero como me ven viejo no les importa”.
Para poder sobrevivir en Estados Unidos Óscar se tuvo que mudar con la familia de su hijo mayor, quienes no le cobran renta y le dan comida sin costo, pero no le alcanza porque debe mantener a tres nietos de su hija menor: “Me salió muy borracha, no usa drogas, pero no sale de los bares”.
“El gobierno mexicano está cabrón, yo soy jubilado, siempre pagué por fuera mi Seguro Social, y me salieron con que me dan 520 pesos a la semana. Los políticos, ganando millones y uno chingándole de cargador, cuando debería estar en mi casa”, lamenta.