Tijuana, Baja California
Se acerca la Navidad: 2 de noviembre del 2010 y Carlos Enrique Cunnighnam maneja un tráiler azul de caja blanca. Se asoma por la ventana y el viento helado de la costa californiana le congela la nariz. Sube rápidamente el vidrio y toma la carretera interestatal cinco, que conecta California con el norte de Estados Unidos.
Los suburbios han comenzado a adornarse de pinos y luces amarillas. Es noviembre y es la temporada más intensa de cosecha de mariguana.
Carlos es un mexicano-estadounidense radicado en la ciudad de San Diego, estuvo en prisión cinco años, cuando autoridades federales de Estados Unidos lo detuvieron por importación y portación de mariguana. Pero ahora maneja un camión.
Este 2 de noviembre el recorrido de Carlos inicia en la avenida Vía de la Amistad a la una de la tarde. Toma la ruta 905 con dirección oeste hacia la Carretera Interestatal 5.
Tras una hora de camino Carlos llega al punto de revisión migratoria en la ciudad de Temecula; observa todo el despliegue. Suda tanto que las gotas de sudor ruedan por su frente. El agente migratorio lo nota: lo manda a revisión secundaria.
En una estrecha carretera rodeada con conos precautorios anaranjados, Carlos entrega su licencia de California para identificarse, pero las manos le tiemblan tanto que casi se le resbala. El agente federal pide que se baje del camión.
“Es-tá bi-en”, contesta tartamudeando. Agrega que se dedica al transporte desde hace algún tiempo, que mueve mercancía de San Diego a Riverside y Los Ángeles. “Naranjas malas”, era la última entrega que había hecho.
Pero el agente federal no le cree: se da cuenta que la caja del tráiler está nueva e incluso la pintura aún está fresca. Sueltan a los perros detectores de narcóticos: “¿transportas mariguana?”, pregunta. “No, que yo sepa”, Carlos abre los ojos y no se atreve a negarlo rotundamente.
En la parte trasera del tráiler, Carlos transportaba una tonelada de mariguana en cajas de madera.
Fue condenado a 10 años en una prisión de máxima seguridad, su labor no sólo consistía en transportar mariguana a Los Ángeles por 10 mil dólares. Su trabajo era más complejo:
Sirvió como contacto a Joaquín El Chapo Guzmán y el Cártel de Sinaloa para fraguar un plan nunca antes visto. Sacar droga de uno de los túneles que había reabierto el narcotraficante para ingresarla a Estados Unidos.
Documentos de la Corte Federal de Estados Unidos a los que tuvo acceso EL UNIVERSAL, detallan que el caso Carlos Cunnigham fue el primero.
En 2007 las autoridades localizaron un sofisticado túnel en Tijuana, que fue clausurado con apenas una capa de concreto en la entrada. Su construcción fue atribuida al Cártel de Sinaloa.
Tres años después —el mismo cártel— reinauguró su túnel: volvieron a traficar mariguana desde México hacia Estados Unidos. Carlos sacaba la droga de una bodega localizada en Otay Mesa y era llevada a otras ciudades de California.
Narcotráfico y pasadizos
Construir un pasadizo para el trasiego de droga cuesta entre dos y tres millones de dólares, aseguran expertos en seguridad. Sin embargo, la mayoría de los túneles encontrados en la frontera norte de México, probablemente no operaron ni un año, cuando fueron descubiertos.
Para el Cártel de Sinaloa, resulta redituable reutilizar los túneles incautados; lo pueden hacer “ante la falta de vigilancia”, dice el investigador de la Universidad de San Diego, Víctor Clark Alfaro.
Un año después del caso Cunningham el gobierno de Estados Unidos alertó que un nuevo narcotúnel estaba siendo reutilizado por el Cártel de Sinaloa.
El 2 de agosto del 2011, uno de los narco túneles más grandes y sofisticados que han sido descubiertos en Tijuana fue reutilizado por traficantes: cavaron un acceso nuevo al pasadizo a pesar de que el inmueble tendría que estar resguardado.
La nueva entrada al túnel encontrado el 2 de diciembre de 2009, dentro de una bodega que tenía como frente comercial la Distribuidora y Comercializadora Renaissance, en la colonia Garita de Otay, a diez metros del muro fronterizo. Los narcotraficantes cavaron un acceso nuevo al pasadizo, que tenía 30 metros de profundidad y 262 metros de longitud; contaba con sistema de ventilación, electricidad y elevador.
“Una omisión muy sospechosa por parte de las autoridades”, sentencia Clark “no hay una supervisión de las construcciones que se han hecho en la zona fronteriza, que tiene que ver con Seguridad Nacional”, dice el investigador y añade, “la frontera es un queso gruyere, tiene agujeros por todos lados”.
Esta semana un nuevo pasadizo fue localizado por militares, en la calle Salvatierra de la colonia Otay, se encontraba adentro de una bodega con refrigeradores y lavadoras.
Personal de la PGR detalló que la peculiaridad de este túnel es que no fue cavado en línea recta rumbo a Estados Unidos. La construcción fue en línea diagonal e iba dirigida, justo a un narcotúnel que fue clausurado hace un par de años a 100 metros del nuevo pasadizo.
“Se iba a conectar”, dice un agente que no quiso revelar su nombre. “El Cártel de Sinaloa reutilizaría el túnel anterior”.
EL UNIVERSAL dio un recorrido al interior del nuevo pasadizo. Tras descender cinco metros, te internas al túnel. La escalera hechiza se tambalea, y apenas un par de cuerdas la sostienen desde la entrada en la bodega.
El pasadizo tiene una longitud de unos 126 metros, y ya contaba con sistema de alumbrado y rieles. Hay que ir en cuclillas, la arena te cae en la cabeza y la claustrofobia te ataca. Pareciese que se derrumba el techo de tierra y te sepulta.
Cárteles innovadores
El reporte denominado Estrategia Nacional Antinarcóticos de la Frontera Suroeste, publicado por la Oficina de Políticas Nacionales de Control de Droga detalla que hasta 2014 han sido identificados cinco puntos vulnerables en el noroeste de México para la construcción de túneles: San Ysidro, Otay Mesa, Calexico, San Luis Río Colorado, y Nogales, en Sonora.
Hasta junio de 2012, 160 intentos de construcción de túneles han sido descubiertos en la frontera de Sonora y Baja California. Actualmente dos grupos de tarea se abocan en la detección de los pasadizos, todos construidos por el Cártel de Sinaloa. Conformados por agentes investigadores del Departamento de Seguridad Interior, de la Agencia Antidrogas, Aduanas y Protección Fronteriza, la Patrulla Fronteriza y el Buró Antinarcóticos de California.
Los grupos transnacionales del crimen innovadores continúan evolucionando y emplean tecnología como perforadoras horizontales dirigidas para construir conductos subterráneos angostos, poco profundos y con impactos mínimos en las zonas aledañas.
Estos sistemas permiten la excavación de conductos de hasta 500 metros de longitud por debajo de calles, construcciones o incluso ríos, para la instalación de tuberías de agua, gas, luz u otro tipo de ductos.
Las perforaciones se controlan remotamente desde una plataforma en la superficie, la cual sumerge un taladro tubular en el suelo con aditamentos de inyección hidráulica en la punta para reblandecer la tierra, así como sensores para detectar variaciones en la densidad de terreno.
La operación de estos sofisticados dispositivos requiere de personal altamente capacitado, así como de estudios geológicos previos a la excavación.
Desde marzo de 2011 el gobierno federal de México ha incautado cuatro plataformas de perforación, una en San Luis Río Colorado, Sonora y tres en Mexicali, Baja California. Las autoridades estadounidenses incautaron una en Calexico, California en agosto de 2011.
A pesar de que ningún sistema completo ha sido decomisado, la limitada información de inteligencia obtenida por las agencias investigadoras sugiere que las organizaciones criminales utilizan aire comprimido para empujar paquetes de droga de un lado de la frontera al otro, o amarran los paquetes a cuerdas en forma de cadena y las jalan hacia el lado estadounidense, ya que los conductos son muy angostos como para permitir el transito de personas.