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En esta pequeña comunidad de San Sebastián Villanueva, no sólo se cultiva uno de los frutos de herencia mesoamericana, sino que se lleva en las venas y el corazón una gran identidad mexicana.
Enclavado en el municipio poblano de Acatzingo, el pueblo y su gente cultivan la tuna con esmero y amor, fruto que los ubica en el primer lugar nacional de producción y exportación a Sudamérica, Estados Unidos, Canadá, Europa y, en breve, a Asia.
Su éxito se debe a su sentido de apropiación del fruto, a su forma de amarlo y de respetarlo, porque para los más de dos mil productores de esta región, no es obra de la casualidad que la tuna se encuentre en el Escudo Nacional.
“La tuna significa mi vida propia, significa el amor a México, cuando se envía una tuna fuera del país envías a México a que la conozcan y, sobre todo, envías mucho valor humano”, relata Omar Carpio Flores, uno de los principales productores y actual presidente de la Unión Mexicana de Productores de Nopal, Tuna y Maguey.
Con grandes extensiones de cultivos de nopales tuneros (5 mil hectáreas), los campesinos producen 80 mil toneladas anuales de tuna roja, amarilla y verde, de los cuales 10% se va al extranjero, donde son muy apreciadas.
San Sebastián Villanueva es el primer exportador nacional de tuna, pero detrás vienen empujando fuerte municipios como General Felipe Ángeles, Palmar de Bravo, Quecholac y Tlacotepec de Benito Juárez.
El sueño que convirtió a la zona en un ejemplo nacional e internacional inició hace 46 años con un jovencito llamado José Mario Sebastián Carpio Juárez, quien, con 14 años de edad, decidió hacer su primer plantío de nopales en el patio de su vivienda.
“En realidad sembré mis primeras plantas de traspatio cuando era un niño de 14 años, eran 50, creo que lo traía en la sangre, porque fíjese, en ese tiempo era un niño y ya sembraba nopal”, recuerda a la distancia.
De condición sumamente humilde, fue el primero también en sembrar en el paraje El Cornajal, lo que le valió que sus vecinos le dijeran que “estaba loco porque no podría sacar mi producción, porque no había caminos”.
Su padre le heredó una hectárea donde comenzó y hoy cuenta con 30, todas sembradas con nopal tunero y forma parte de la sociedad, junto con sus hijos, de la empresa Agroproductores La Flor de Villanueva, que da empleo directo a 30 personas de empaque y administrativos y exporta mil 500 toneladas por temporada a diversos países, como Estados Unidos y sus ciudades de Mc Allen, Chicago, Los Ángeles, Atlanta, Detroit y Nueva York.
“El que arriesga gana y gracias a Dios gané”, suelta el hombre de 60 años que sigue calzando huaraches.
En su primera cosecha obtuvo 12 mil pesos y a partir de ahí nadie lo detuvo, como tampoco nadie logró arrancarle su pasión por el nopal y la tuna. “El nopal es un orgullo para mí, para mi pueblo y para México, es lo máximo”.
Puebla, con seis mil hectáreas dedicadas al cultivo, ocupa también el primer lugar en rendimiento por hectárea; cuenta con el sistema de empaque mejor tecnificado de los 18 estados productores de esta fruta.
Es precisamente aquí donde La Flor de Villanueva es la planta más avanzada de limpieza, separación y empaque, lo que permite enviar el producto a Canadá, específicamente a Toronto y Montreal, donde las comunidades italianas la aprecian; a Europa como Holanda, Alemania, Bélgica, Francia e Italia y a Sudamérica.
En una enorme máquina se le quitan las espinas, se separan automáticamente por color, tamaño y peso, para que luego lugareños, con las más altas especificaciones de reducción de riesgos, inocuidad y buenas prácticas de manejo, las empaquen para irse directamente al mercado internacional. El presidente de la Unión Mexicana de Productores de Nopal Tuna y Maguey, Omar Carpio, lamenta que en México a la tuna no se le aprecie tanto como en otros países y, como ejemplo puso que los italianos tienen un consumo per cápita al año de 8 kilogramos y los mexicanos de tan solo 3.5.
El consumo nacional —agrega— se la lleva la tuna verde por cuestión cultural y sabor, pero la roja, por su color y sus antioxidantes, es más buscada y consumida en el extranjero, donde estiman la forma en que es enviada.
Pero en México, dice por su parte el presidente del Sistema Producto Estatal, Víctor Romero Flores, prefieren frutos de exportación, como el kiwi.
“Al no consumir tuna es como decir: no soy mexicano. Tienen en mente que el producto es cosechado por la gente jodida y consumida por los mismos, pero no es así”, aclara, con cierto dolor, por el desaire a la tuna.
Es necesario que volteen a ver a la tuna, pues al consumirla —dice— se van a identificar como mexicanos, ayudarán a miles de personas y fomentarán que se frene la migración, pues los cultivos de nopales generan autoempleo en las comunidades.
“Es necesario consumir tuna por sus propiedad y porque nos hace ser más mexicanos”, afirma.