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Chiapa de Corzo
El río Grijalva tiene sed. Los niveles de su afluente han llegado al más bajo de su historia, al punto en que sus riberas se han convertido en playas que algunos lugareños y turistas han aprovechado para refrescarse bajo el sol abrasador del verano. Sin embargo, para los lancheros, cuyo trabajo consiste en dar recorridos a los visitantes, la historia es distinta: ya no pueden navegar.
El retraso en la temporada de lluvias, debido al fenómeno de El Niño y a los efectos del cambio climático, entre otras cosas, han generado que los niveles del río desde Chiapa de Corzo hasta el embalse de la presa Chicoasén estén por debajo del 50% de su capacidad, que es la media histórica; indicó el presidente del Consejo de la Cuenca de los Ríos Grijalva y Usumacinta, José Alfredo Araujo Esquinca.
En últimas semanas, la lluvia promedia los 3.2 milímetros diarios, pero la evaporación supera los 4 milímetros al día, es decir, que lo que llueve se evapora. El ambientalista expuso que la sequía “provoca serias afectaciones al sector turístico” de municipios como Chiapa de Corzo, donde los lancheros suspendieron los recorridos en el Cañón del Sumidero, donde al año llegan de 500 mil a 700 mil visitantes aproximadamente.
“Desde las 9:00 de la mañana tenemos un buen nivel para dar los recorridos, pero a las tres de la tarde ya baja el agua, porque lo que tenemos que detenernos. Antes dábamos el servicio hasta las cinco de la tarde, lo que nos representa pérdidas”, señala uno de los lancheros.
Miembros de varias cooperativas que operan las lanchas que ofrecen recorridos dicen que suspenderlos representa una pérdida para el colectivo de cerca de 26 mil 600 pesos en tan sólo tres horas, ya que a cada turista se le cobran 190 pesos para abordar alguna de las tripulaciones por un viaje que tenía una duración de dos horas.
No obstante, los lancheros no son los únicos afectados.
Sentada en una silla de plástico Leonor, propietaria del restaurante La Pasadita, de la Rivera de Cahuaré, del municipio de Chiapa de Corzo, señala que el río Grijalva suele tener descensos en su nivel cada tres años, pero no como el de este año, lo que causó afectaciones a los prestadores de servicios turísticos.
“Ha bajado el nivel a veces cada dos o tres años, pero tarda como un mes así bajo y luego ya agarra su normalidad, pero ahora bajó demasiado, además de que nos perjudicó porque no teníamos agua en nuestras casas, porque los equipos de bombeo no pueden trabajar con niveles tan bajos”, lamenta.
Señaló que esta afectación les causó gastos extra, debido a que tuvieron que comprar agua en pipa por 180 pesos. “No olvidemos que la falta de lluvias afecta también la agricultura, la ganadería y la industria”, aseguró Araujo Esquinca e hizo un llamado para evitar prácticas que aceleran el cambio climático como la deforestación y el uso
excesivo de agroquímicos.
Por su parte, los lugareños ajenos a la crisis aprovechan la novedad del río transformado en playa.
“Esto nunca lo habíamos visto, vivimos aquí cerca de Cahuaré y nos venimos con mi esposa mis hijos para nadar un poco ahora que el río está bien bajo, es como si estuvieras en una playa sólo que sin mar”, asegura un hombre sonriente antes de sumergirse en el sediento Grijalva.