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Ciudad Juárez.— “El mensaje que nos quisieron dar es que no quieren que aquí haya policía, y desde hoy, oficialmente, ese departamento deja de existir”, anunció el alcalde de Guadalupe tras el homicidio del único elemento que quedaba en la Dirección de Seguridad Pública, quien murió acribillado apenas a tres semanas de que un grupo criminal asesinara al titular de la corporación.
Tras reconocer que tanto el estado como el Ejército tienen destacamentos en la región, el edil Gabriel Urteaga señaló que no existen las condiciones necesarias para mantener en activo a la corporación, pues en los años recientes todos aquellos que han ingresado a las filas han sido asesinados u obligados a renunciar.
El lunes pasado un grupo armado atacó a Joaquín Hernández, único agente que decidió seguir en la policía tras la muerte del director Máximo Carrillo Limones, secuestrado a medio partido de beisbol y muerto a golpes. En el atentado también murió el hijo de Hernández, de 14 años, y resultó gravemente herido un hombre que había acudido a entregar su documentación para integrarse al cuerpo de seguridad, informó el edil.
La fiscalía del estado declaró que desde hace semanas tomó las tareas de vigilancia en Guadalupe, una zona usada por el crimen organizado para el trasiego de drogas, contrabando de armas, vehículos y aparatos de comunicación a Estados Unidos.
El fiscal Jorge González Nicolás declaró que antes de su asesinato, se estaba investigando la presunta relación de Máximo Carrillo con el Cártel de Sinaloa, grupo al que habría apoyado filtrando información de los operativos en la zona, y de igual forma impidió o puso trabas al trabajo de diversas corporaciones de seguridad en Guadalupe, aseguró.
En contraste, el alcalde sostiene que tanto Carrillo como Hernández nunca fungieron como policías en sí, sino que en realidad se abocaban a tareas del tráfico vehicular y a lo mucho cuestiones mínimas de orden social como controlar riñas o fiestas escandalosas. Por lo que descartó que hubiera amenazas en su contra.
Guadalupe se localiza a unos 70 kilómetros al este de Ciudad Juárez y por años ha sido un territorio en disputa por bandas criminales. La zona es sede del mayor cementerio clandestino de mujeres: el Arroyo del Navajo, lugar en el que se han localizado al menos 18 cuerpos de mujeres plagiadas