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Quizá no se le reconoce como el primer candidato independiente de México, pero Nicolás Zúñiga y Miranda figura en la historia política del país como el “candidato perpetuo” que, sin cobijo de ningún partido, durante 29 años se postuló por la Presidencia de la República en las épocas porfirista y revolucionaria.
Así, Zacatecas se coloca como la entidad con el aspirante sin partido más antiguo y el primero en la historia moderna, luego de que el Congreso de la Unión aprobó la reforma a ley electoral en 2012.
Las historias son divergentes. El 7 de julio de 2013, Raúl de Luna se convirtió en el primer candidato independiente en obtener el triunfo: ganó como alcalde en el municipio General Enrique Estrada. Fue su primer intento.
Zúñiga y Miranda sólo ganó una vez, pero fue anulada esa elección, y cada que perdía argumentaba que había fraude, por lo que se hizo llamar El presidente legítimo.
En 2013, De Luna comentó que su éxito se debió a que luchó contra las franquicias de los partidos y que los ciudadanos lo apoyaron, desde el préstamo de sus bardas para colocar propaganda electoral, hasta pedir su triunfo con rezos.
Ya había sido alcalde, de 2007 a 2010, pero en ese tiempo por el PAN, partido del que salió, pues cuando quiso volver a postularse le dijeron que no había cumplido con las cuotas como militante del blanquiazul. Hoy sigue al frente del municipio zacatecano.
La trayectoria de Zúñiga y Miranda fue otra. “Nicolasito” fue un niño juguetón, pero no aceptaba que otro pequeño fuera el líder cuando jugaban a “liberales y franceses”, lo que lo llevó a la animadversión de sus compañeros y lo orilló a buscar refugio en los libros. Así, sus padres descubrieron en él una memoria asombrosa, describe Rodrigo Borja, en un libro sobre este personaje publicado en 1999.
A los 17 años mostró predilección por las leyes y la ingeniería, por lo que se trasladó a la ciudad de México, en 1883, para inscribirse en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, a la que ingresó porque —se cuenta— iba recomendado por personajes importantes de la política, como el entonces gobernador de Zacatecas.
Después incursionó en las ciencias geológicas y astronómicas, lo que lo llevó a apasionarse por la sismología, al grado de pronosticar que en mayo de 1887 habría un gran terremoto, lo que fue publicado en diarios de la época, y ocurrió el 24 de mayo. Eso le dio prestigio, pero después cayó en el decrédito al anunciar un temblor catastrófico en agosto de ese año, cosa que no ocurrió, al grado que la gente lo abucheaba y lo llamaba embustero.
Luego optó por el periodismo y le dio por participar en manifestaciones contra la reelección, que lo llevaron a la cárcel. Al salir, decidió postularse a la Presidencia en 1892.
A partir de ahí continuaron las postulaciones, que llamaron la atención de los medios por ser un personaje chusco, conocido por portar siempre un sombrero de copa y un bastón de oro, pero la mofa que se hacía sobre su candidatura lo llevó a ser más popular y a ganar adeptos, al grado de preocupar al gobierno, por lo que cuando convocaron a un mitin, en junio de 1986, lo encarcelaron; lo liberaron en julio, cuando había pasado la jornada electoral.
Cada cuatro años se postulaba, siempre como el mismo resultado, hasta 1914, cuando contendió contra Victoriano Huerta y en la ciudad de México obtuvo el triunfo, pero las elecciones fueron declaradas nulas y Huerta continuó en el poder. Con todo, no cejó en sus aspiraciones y compitió hasta 1924; un año después falleció por una enfermedad hepática.