Guadalajara.— Silencio, aplausos, llanto... y detrás de cada uno de los 15 policías de la Fuerza Única abatidos el lunes pasado por integrantes del Cártel de Jalisco Nueva Generación en San Sebastián del Oeste, una familia completa sufre la pérdida.
En los discursos oficiales se evitó utilizar la palabra “caídos” y durante toda la ceremonia se les llamó “héroes” a los elementos que perdieron la vida en una emboscada, preparada a tal grado que ni siquiera les dio oportunidad de repeler la agresión.
“Deyvi Almeida Hernández —¡presente!—; Jesús Adrián Chávez Hernández —¡presente!—; Valente Chávez Hernández —¡presente!—; Jesús Alberto Chávez Rodríguez —¡presente!—; Bonifacio Velázquez Díaz —¡presente!—; Gerardo Rojas Soto —¡presente!—; Juan Carlos Cázares López —¡presente!—; Ricardo de Jesús Uribe Niño —¡presente!—; Juan Antonio Nolasco Reynaga —¡presente!—; Pedro Oliveros Rosa —¡presente!—; Gilberto Aguilar García —¡presente!—; Gerardo Hernández Padilla —¡presente!—; Ramón Águila Espejo —¡presente!—; Rosendo Fregoso Ramírez —¡presente!—; Rigoberto Murillo Prieto —¡presente!—”, así resonaron los nombres ante la tropa reunida en una unidad deportiva del municipio de Tlaquepaque, que por más de dos horas se convirtió en un búnker ocupado por integrantes de casi todas las corporaciones de seguridad del estado.
Antes de entrar a la Fuerza Única, grupo élite creada en la presente administración, todos habían sido policías municipales.
“Antes había sido policía municipal en La Chona (Encarnación de Díaz) y en San Juan; hace apenas cinco meses había entrado a la Fuerza Única (…) a él le encantaba su trabajo, yo le decía que se quedara conmigo a vender taquitos, pero cuando lo promovieron a la Fuerza Única él estaba muy contento...”, señala el padre de Gerardo Hernández Padilla antes de iniciar el camino de regreso escoltando el cuerpo de su hijo.
Marcos conocía a Juan Antonio desde que patrullaban juntos las calles de Autlán y en momentos distintos fueron llamados a la Fuerza Única: “Desde que aceptamos ya sabíamos a lo que veníamos (…) y pues ahora a hacer justicia y a no retroceder ni un centímetro, como dijo el gobernador hace rato”, explica cuando se le pregunta sobre su compañero.
Sudando y con el pesado uniforme de combate a cuestas, se acerca a la familia de su amigo, los abraza y después se retira para subir de nuevo a una patrulla.
“A las familias de estos héroes les reitero mi compromiso de estar con ustedes, de darles todo el respaldo de nuestro gobierno (…) les digo que les vamos a seguir apoyando, que vamos a sacar a sus hijos adelante para que sigan estudiando, el estado se encargará de los gastos, se les va a entregar el correspondiente seguro de vida con el que ustedes puedan salir adelante (...) estoy seguro que lo único que me pedirían ellos es no dejar solas a sus familias”, comenta el gobernador, Aristóteles Sandoval, en un discurso enmarcado por los silencios.
Tras el toque de silencio de la banda de guerra, los aplausos, las guardias de honor y el llanto contenido acompañó a cada uno de los féretros durante varios kilómetros, hasta llegar a los municipios donde los familiares de los policías decidieron velarlos y sepultarlos.