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Lupita Thomas / Quadratín
De la feliz inconsciencia de dar todo por un amor a su desespero por vivir de una ilusión, la inspiración de Álvaro Carrillo tiene nichos inexplorados, como su estancia en la Normal de Ayotzinapa, donde escribió “Cáncer”, una de sus canciones más entrañables.
En junio próximo, el paso del compositor oaxaqueño por la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa será parte de una investigación extensa y documentada.
Por ahora, su hijo Mario Carrillo Inchaústegui afirma que realizará los trabajos para registrar esta etapa en la vida de su padre y de su participación en esa escuela, de la cual, considera, se tiene poca referencia.
Sería entre 1935 y 1938 cuando Álvaro Carrillo llegó a Ayotzinapa, Guerrero, después de haberse cerrado el internado agrícola indígena de San Pedro Amuzgos, en el municipio del mismo nombre, ubicado en Oaxaca, por conflictos en la zona.
Formado en las teorías marxistas-leninistas, Álvaro Carrillo vivió su vida sin apegos, explica su hijo, y son precisamente estos temas los que busca documentar.
En el libro que escribió Andrés Fernández Gatica titulado Álvaro Carrillo, su vida y su obra, hay una ligera referencia: “Terminados sus estudios en el Internado de Ayotzinapa, Álvaro y sus compañeros emigraron para la ciudad de México para continuar con sus estudios”.
Entretanto, sin medios económicos para subsistir, Álvaro se hospedó en La Casa del Estudiante Socialista, que el gobierno federal había establecido en las calles de Luis González Obregón, en el entonces barrio universitario, se lee en la página 59.
“Si mi padre viviera, sin duda alguna estaría con los padres de la normal que perdieron a sus hijos”, expone Mario Carrillo, quien sobrevivió a un accidente automovilístico, donde perdió la vida el compositor oaxaqueño el 3 de abril de 1969, cuando regresaban de Guerrero después de asistir a la toma de posesión del entonces gobernador Caritino Maldonado.
Aunque el enfoque de la investigación es la vida del compositor, Mario Carrillo considera que el acercamiento con la institución de la que formó parte su padre, puede coadyuvar a reivindicar la causa de los jóvenes que ahí estudian.
“La normal de Ayotzinapa ha dado grandes hombres; ahí se formó mi padre y es un ejemplo”, recalca Carrillo Inchaústegui.
Lo que se sabe, comenta, es que su padre fue uno de los dirigentes estudiantiles de aquella época. “Un líder natural, carismático, que fue electo por sus calificaciones” y que estuvo detenido por algunos días.
Mario Carrillo conserva un ejemplar de La Gran Calumnia, escrito por Hipólito Cárdenas y dedicado al compositor con su firma, libro en el que se documenta la detención masiva de estudiantes, entre ellos Álvaro Carrillo, por la supuesta quema de la Bandera Nacional en la normal rural.
Fue el mismo Hipólito Cárdenas, cuenta el hijo de Carrillo, quien sugirió a Álvaro continuar sus estudios en la Universidad de Chapingo, donde concluyó sus licenciatura como ingeniero agrónomo, carrera que dejó para dedicarse a la composición.
Su hijo opina que fue quizá en esta etapa, poco explorada por sus biógrafos, en la que Álvaro Carrillo moldeó su filosofía de vida, porque siempre creyó en un éxito que no es monetario o de grandes reflectores, y pensaba que los hombres son iguales a pesar de sus diferencias.
“Mi padre vivió en un entorno difícil, él era de piel morena y en esa época sí había racismo, pero superó con su talento todas esas vicisitudes”.
También menciona que su padre “estaba seguro de que la violencia no llevaba a ningún rumbo”, pues debido a ella sufrió la muerte violenta de su hermano mayor, Mario.
“Pienso que alguno de esos jóvenes desaparecidos pudo haber sido mi padre, porque aquella época fue difícil y comparto el dolor de esas madres”, asegura el hijo del compositor.
“Si a mí me mataran un hijo, reaccionaría exactamente igual que esos padres, así lo haría mi papá, exigiría justicia”, dice Mario Carrillo.
Pero también opina que la desaparición de los 43 jóvenes ha servido como bandera para otros fines, de grupos que tienen intereses que no son necesariamente de buscar justicia.
“Hay quienes hacen de la protesta social una empresa, y con la desaparición de los jóvenes les dieron una bandera”, considera.
También explica que a los jóvenes de las normales rurales no se les debe ver como gente que nadie quiere, sino entender las causas de su problemática y atenderlas.
“Estoy convencido que a mi padre le sirvió en la vida lo aprendido en Ayotzinapa y conocer y compartir ese legado será importante”.
El secuestro de Álvaro Carrillo
Las canciones del oaxaqueño han movido el sentimiento de muchos mexicanos, pero hubo uno en particular que rompió esquemas.
Lucio Cabañas, el guerrillero líder del Partido de los Pobres, también quedó prendado de su música, tanto así que lo mandó secuestrar para poder escucharlo.
Álvaro Carrillo estuvo en la sierra, en un lugar que nunca supo dónde fue, sólo para cantar. Así fue como conoció a Lucio Cabañas, quien estudió en Ayotzinapa años después que él había egresado y a quien, como estudiante, trató muy poco.
Convertidos uno en guerrillero y otro en compositor, su encuentro fue singular. El secuestro de Álvaro Carrillo no tenía otro fin que su música y sus canciones.