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Héctor Suárez se ha caracterizado por ser un hombre de carácter fuerte y franco al hablar, pero esa imagen se rompe ante la presencia de sus hijos o sus nietos, ya que él mismo asegura que es un padre cursi. “No sé qué me pasa, el amor que siento por mis hijos es muy grande, y ahora por mis nietos, y no creo que haya una diferencia.
“Sí soy un hombre muy cursi, hasta me caigo gordo porque se me salen las lágrimas nada más de ver a mis hijos”, declaró el actor mientras seguía con la mirada a su nieto Pablo, de dos años, que iba y venía alrededor de él.
Esta era una actitud que su hijo Héctor Suárez Gomís confesó no comprender, hasta que se convirtió en padre de su hija Ximena.
Para poner un ejemplo, recordó que cuando tenía 13 años estuvo viviendo con su padre en un pequeño departamento en Nueva York, el cual estaba muy cerca de un local de hamburguesas donde acostumbraba comprar helados. Cuando tuvo que regresar a México, dejó tres helados en el refrigerador y Héctor Suárez padre los conservó para acordarse de él cada que abriera el refirgerador. Fue algo que en su momento Gomís tachó de ridículo.
“Cuando Ximena tenía casi dos años, su mamá se fue a Europa casi tres semanas y la niña se quedó conmigo. Cuando volvió para recogerla fue horrible, lloré porque habíamos estado pegados todo el tiempo; en la noche Erika (la madre de su hija) me llama para preguntarme cómo me sentía y le digo ‘te vas a morir de la risa, porque estaba cenando en todos los platitos de las princesas’, entonces entendí a mi papá”, dijo sin parar de carcajearse.
El creador de programas como ¿Qué nos pasa? cree que actúa de esta forma por la niñez que tuvo que pasar.
“Fui un niño solitario, sin papá y sin mamá mucho tiempo; viví con mi abuela hasta mis 17 años, entonces tengo un problema fuerte. Amo a mi madre, que en paz descanse, y a mi padre también, pero eso me marcó, entonces al tratarse de hijos a mí me puede mucho, y he llegado a cometer el gran pecado de ser un consentidor”.
Gomís señaló que desde su adolescencia, él y su papá han sido muy buenos amigos; incluso era amigo de sus amigos y recurrían a él para algún consejo o ayuda con un problema.
A partir de esa relación que desarrollaron, Gomís supo que ese era el camino a seguir con sus propios hijos, Ximena y Pablo. “Esto de ser amigos, de abrirte completamente, forma parte de la educación, pero no hay que olvidar que estás guiando a esta persona, que hay que ponerle límites, enseñarle el camino bueno y el camino malo. El respeto va a estar ahí, si amas a tu hijo o hija profundamente y ellos a ti”.
Juntos. Esta amistad incluso la han trasladado a los escenarios con el espectáculo Los Locos Suárez, donde se ríen y burlan de las situaciones que viven o han vivido como familia.
Además han cambiado los roles, ahora es Gomís quien dirige a Héctor Suárez, eso sí, jamás hacen a un lado su papel de padre e hijo. “Es mi papá, soy su hijo y nos estamos divirtiendo, lo vemos tal y como es, un juego. No nada más en el escenario, todo lo que hemos vivido desde que estrenamos el 12 de noviembre, los viajes, las comidas, las cenas, los desayunos, todo ha sido increíble, no nos hemos separado en seis o siete meses”, señaló el creador de El pelón en sus tiempos de cólera.
Ahora Héctor tiene 47 años, sus hermanos Julieta y Rodrigo 44 y 18, respectivamente. Pero Héctor padre ha vuelto a vivir la experiencia de los juegos y los cariñitos con su pequeña Isabella, de casi cinco años, y su nieto Pablo; a sus casi 78 años, incluso ha vuelto a ver todas las películas de Disney con ellos. “No esperábamos de ninguna manera a Isabella, nos sorprendió, a mí me preocupó mucho por mi edad, porque si esto lo hago a propósito sería una enorme irresponsabilidad, pero por algo llegó y la amamos con toda el alma. Estoy lleno de nietos y de hijos y soy un hombre muy feliz, dichoso y afortunado”, dijo Suárez.
Eso sí, Héctor Suárez aseguró que le hubiera encantado tener la madurez que tiene ahora, cuando sus dos hijos mayores llegaron. “Hubo una temporada en mi vida en la que me perdí, entré a una carrera alcohólica de muchos años y sí desatendí a mis hijos, combinaba el alcoholismo con mi carrera, entonces estaba ocupado y no los veía, sufría de no verlos, yo los necesitaba. Nunca he dejado de pensar en ellos, soy papá gallina”.
Pero con los años ambos aprendieron que con el amor pueden superar todo, y cada uno tienen la tarea de dejar un buen recuerdo como padres.