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Me puse mi huipil azul, collar de calaveritas de barro con cara de Frida Kahlo, mallones y me fui a hacer el casting para la nueva edición de Big Brother en la carpa Santa Fe.

Al igual que yo, cada uno de los 910 aspirantes adelante de mí (y los casi 700 de atrás) llevaba un look que los definía: los hipsters, los mirreyes, los fresas, los relajados, los godínez, los rockeros, los Pin up, chicas con vestidos mínimos y tacones altísimos, chavos con pelo de colores y gafas oscuras, gays, transexuales y personas vestidas de manera simple... En fin, todos esperando a mostrar su personalidad y una historia convincente al Gran Hermano.

“En la casa a lo mejor tendremos a tres locazos, a alguien más barrio, a alguien más fresa, a alguien de campo, de ciudad”, dijo el productor Miguel Ángel Fox previamente, de ahí que yo eligiera un atuendo que me identificara como una “chica de provincia”.

Para no hacer el cuento largo, la espera fue mucha para una decepción rápida. Llegué a las 12:00 horas (cuando los ánimos estaban arriba), pero no fue sino hasta las 21:14 horas cuando pasé finalmente a la audición (cuando todos estábamos hartos). En ese tiempo llegó el aburrimiento, el cansancio y el hambre, pues hubo una pausa de dos horas en el casting. Afortunadamente el puestito de maruchan y tortas nos salvó el rato.

Entre el aburrimiento, la lluvia y el frío, un grupito hizo un círculo y comenzó a jugar a la botella. Ahí apareció Gretel, el personaje más polémico del casting.

Con su vestido blanco, botas y un chonguito en el cabello, quiso demostrar todo de lo que era capaz, así que enseñó los senos dos veces a los asistentes —la segunda dio una vuelta completa para que todos la vieran—, se paró en medio del círculo para que un chico le bajara los calzones, pero lo que nos hizo voltear a todos, fue el momento en el que se subió el vestido hasta el cuello.

Ya cerca de las 18:00 horas, aburridos de nuevo, la fila avanzó y al fin pasamos... Pero a las otras tres filas dentro de Televisa antes del casting.

Gretel nuevamente llamó la atención, se sentó en la cintura de un chico y comenzó a moverse sobre él.

21:14 horas. Al fin, una mujer salió del cuarto blanco a nuestras espaldas y nos pidió que entráramos. Nos formó al otro extremo de donde se sentó y dijo que el proceso se agilizaría porque sabía que estábamos cansados y aún faltaban muchos por pasar. “Les pido que me digan de la manera más breve su nombre, edad, ocupación y por qué quieren estar dentro de la casa de Big Brother“. ¿Y mi historia de vida? Me pregunté.

Luis platicó que era abogado y que era muy open mind. “Soy de mente abierta, voy con hombres, con mujeres, a mí no me importa realmente mi sexualidad, soy gay (risas), sí.. se nota (risas)”

Luego pasó Jacobo, un chico atractivo que dijo que estudiaba comunicación y era muy competitivo.

“¿Y tú que le aportas a la casa?”, preguntó la mujer.

“Pues no sé cocinar, no sé barrer... nada, las cosas domésticas no se me dan, pero soy una persona muy divertida, buena onda y ya...” Después de una carcajada, la mujer le dijo que dentro de sí tendría que hacerlo. “Lo tendría que intentar”, respondió.

A algunos los venció el nervio y a otros no tanto, entre ellos salió un chico que contó que era modelo y que su prima había estado en Big Brother VIP. Al llegar mi turno, conté en dos minutos que era una oaxaqueña de 24 años, que hacía cinco años vivía en el DF y me dedicaba a vender tlayudas... ¿Que por qué quiero entrar a Big Brother? Quiero saber cómo será vivir sin tecnología y cocinar tlayudas. Al terminar la mujer nos hizo esperar un poco y habló.

“Muchas gracias por venir, esta noche sólo se quedan dos”. El chico que estudiaba comunicación y el modelo.

Al salir del lugar, decepcionados, vimos que entre todos los expulsados también estaba Gretel.

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