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Para rockear no hay edad, para hacer poemas tampoco y para disfrutarlos menos.
Lo que sí es que Joaquín Sabina ahora tiene que escuchar y obedecer a la "doctorcita". A sus 68 años, el poeta reconoció que tendría que pasar la mayor parte de su concierto sentado por recomendaciones médicas.
Pero qué más da cuando la voz de lija está intacta, los coros están coordinados y la misión principal es que antes de morirse hay que vivir la vida un poquito. El añejamiento del español es superficial, porque los ánimos, el humor y la picardía están presentes.
Sabina empezó negándolo todo y así con la música nueva reconoció que siempre lleva a México y más cuando vuelve a la madrastra patria, confesó lo especial que es el Auditorio Nacional para él y para sus músicos.
El recital incluyó “Quien más quien menos”, “Posdata”, “No tan deprisa”, “Que estoy haciendo aquí”, entre otros, que serían aplaudidos por los casi diez mil asistentes al recinto capitalino. Sabina en púrpura se paseó por el escenario, cantó, cantó, cantó y también habló.
Recordó con pesar a las pérdidas que ha tenido la música, los colegas que han muerto y dedicó canciones a ellos. “Lágrimas de mármol”, “Noches de domingo”, “Y sin embargo”, entre otros. Recordó a Gabriel García Márquez y una de las últimas veces, en donde contó, que ya no parecía el mismo.
“Me dijo: hace tiempo que no me hago caso”, recordó y de ahí dio pie a una de las canciones que interpretó Mara, su corista, mientras él desapareció del escenario.
Volvió con una camisa diferente y sin el saco púrpura y de ahí la noche siguió con los poemas, los relatos, las canciones que le han dado un lugar en la música.