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“En un principio fue la oralidad”, dice Frino, vocalista de La mula de sietes, una de las bandas que en el escenario del blues nacional ha dado una nueva forma con la inclusión de las décimas veracruzanas, la rima cantada, la trova y el destino en la palabra, propio de trovadores y poetas.

En entrevista con EL UNIVERSAL, Frino reflexiona sobre el oficio de palabrero, que combina el trabajo musical, poético y periodístico en un canto colectivo en el que todos los de este gremio y sus espectadores se sienten identificados en cada topada (encuentro de trovadores). Este mismo trabajo es el que dio como resultado su libro Cortando rábanos (Ediciones del Lirio, 2016), compendio de coplas soltadas al vuelo, tallereadas a solas con su armónica o al lado de La mula de sietes, que se define como “malformados por Bob Dylan, José Alfredo y Violeta Parra, combina el rock y el blues con la décima y otras formas poéticas populares”.

¿Cómo surgen esta coplas de Cortando rábanos?

Este es un ejercicio del día a día. Es un libro de versos, pero no poemas. Los versos en realidad están haciendo crónicas noticiosas. Si ocurre algo en la semana, hago versificaciones al respecto. Eso no está lejano de lo que hacen los juglares en la Sierra Gorda de Querétaro, donde hay una tradición de siglos, donde los trovadores, poetas se llaman a sí mismos, van de un pueblo a otro preguntando las noticias. El formato en que ellos hacen su pregón es la décima espinela, que es el formato en que están hechos los rábanos. Se llaman rábanos porque son redondos como la décima y rojitos porque son textos críticos y poco solemnes.

¿En qué momento decidiste trabajar con la palabra?

Creo que cuando uno lo decide, la palabra ya lo hizo por uno. Tengo un hermano gemelo que también es oficiante de la palabra en la prosa, la novela, el cuento y el periodismo. Hay entornos que favorecen a que eso ocurra. Crecimos en un cuarto en el que había libros y pensamos que eso era lo normal. Pero también crecimos escuchado “La hora de Juan Gabriel”.

Los endecasílabos probablemente vienen de ahí y de las canciones de José Alfredo. La palabra se decidió por mí. A eso los huapangueros lo llaman destino. También estoy convencido de que el oficio de poeta lírico habla por una colectividad, es una idea muy común, incluso en el rock and roll. Cuando Bob Dylan canta “Like a rolling stone” habla por una colectividad, al igual que Jaime López cuando canta la “Chilanga banda”.

¿Qué piensas de que las letras de las canciones son limitadas si se les compara con la poesía?

En un principio la palabra fue oralidad. Los rapsodas griegos ya lo hacían. La palabra lírico viene de la lira, el acompañamiento por excelencia de los poetas. Claro que hay una diferencia entre el verso trovado y el verso cantado, que improvisa décimas, y la canción como un formato específico en el que se ofrecen versos estructurados para satisfacer una melodía. Está bien cultivar la diferencia entre canción y verso trovado como fenómeno performático, pero a veces la necesidad de ponerle nombre a las especies nos hace que dudemos cuando vemos al ornitorrinco, porque los trovadores también hacemos canciones. Hay que recordar que el propio término de canción era una fabricación al gusto del poeta para fabricar sus propias estancias, sus estrofas que remataba con un estribillo. Lo que no se vale es que la gente que hace canciones desconozcan el oficio de la lírica.

Los ritmos, las letras que dan forma al repertorio de esta agrupación, formada por Frino, Fredy López, Arturo Ibarra y Puga se presentará hoy a las 18:00 horas en el Museo de Arte Popular (Revillagigedo 11, Centro Histórico, Ciudad de México). Entrada libre.

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