Solo un año después de la recopilación en un libro de sus mejores canciones, Patti Smith se reafirma en su faceta editorial con "M Train", obra que es, ante todo, un canto a la literatura, la fotografía, a las series policiacas, a los viajes pintorescos y al café, en detrimento de la música, casi anecdótica.
"Es mucho más fácil hablar de nada", afirma convencida la estadounidense en el prólogo de esta obra, que toma el testigo de otro volumen de memorias, la célebre "Cuando éramos jóvenes" (2010), en el que glosaba sus correrías junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe y que recibió el National Book Award en EU.
A diferencia de aquella, con un hilo conceptual definido, Smith construye "M Train" (Lumen) sobre la "nada" de la cotidianeidad, extrayéndole su materia poética a la rutina, combinando realidad y ensoñación, embutida en su gorro de lana y su viejo abrigo negro mientras enfila Greenwich Village.
"Desde el sur de Jersey, en 1965, vine a Nueva York solo para deambular por sus calles, y nada me parecía más romántico que sentarme a escribir poesía en una cafetería del Greenwich Village", dice Smith, mientras se dirige a su Café 'Ino.
Allí alumbrará muchas de estas páginas, en un ejercicio de escritura presente, casi a modo de diario, que salta sin previo aviso hacia los recodos de su historia, incluida su infancia.
De su padre dice: "Era un hombre bueno de mente abierta, con una elegancia interior que lo distinguía de nuestros vecinos. Sin embargo, él nunca se ponía por encima de los demás. Era un tipo honesto que hacía su trabajo", destaca.
Nueva York comparte su papel de escenario principal con destinos imposibles, como Groenlandia, a donde viaja para encontrar la cruz que en 1931 se colocó en memoria del geofísico Alfred Wegener, desaparecido durante una de sus expediciones.
De esos viajes quedan muchas fotografías, 257 imágenes concretamente, casi todas suyas, como la de la mesa utilizada en la partida de ajedrez de 1972 entre Borís Spaski y Bobby Fisher, con el que acabará en plena noche canturreando temas de Buddy Holly.
Especialmente vivo es el recuerdo de su visita a la Casa Azul de Frida Kahlo en México, que acabará con ella tendida en "esa cama que en la había sufrido tanto" la pintora.
"Percibía su proximidad, su sufrimiento estoico y su entusiasmo revolucionario", rememora.
Es en México donde sueña con "un tren verde con una M dentro de un círculo, de un verde desteñido como el lomo de una mantis religiosa" y en México es donde se propone entonar "un aria al café", otro de los grandes temas del libro.
Smith se revela además en estas páginas como ávida consumidora de series policíacas y de misterio, como "The Killing", pero, sobre todo, como una devota lectora, que revive emocionada cuando su madre le regaló un ejemplar de "The Little Lame Prince", con una dedicatoria: "No necesitamos palabras".
"M Train" es un compendio de sus autores favoritos, de la "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" de Haruki Murakami a "Del natural" de W. G. Sebald, pasando por William Burroughs, Jim Carroll, Jack Kerouac, Jean Genet, Paul Verlaine y, claro, Roberto Bolaño.
"La pérdida de su persona y de lo no escrito nos niega cuando menos un secreto del mundo", apunta sobre la muerte del chileno, quién sabe si como justificación de estas memorias suyas.
Es entonces cuando sorprende con esporádicas confesiones más concretas de su día a día, que denotan cierta soledad.
cvtp