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“¡Unooo!, ¡dooos!, ¡treees!” Apenas sonaba la última “s” cuando un grupo de jóvenes, todos de negro, se abalanzaron sobre la muralla de policías que custodiaba la calle 16 de septiembre. Segundos antes se habían organizado gritando “portazo, portazo” para avisar que harían todo para llegar al Zócalo y ver a Roger Waters.

Bastó con que uno de seguridad diera un paso atrás para abrir una rendija por la que pasó primero un cuerpo y después decenas más sin importar que a su paso se encontraran familias con niños que buscaban salir de la zona.

En otro punto, sobre la avenida 5 de mayo, que conduce a Catedral, jóvenes con aliento alcohólico increpaban a la policía llamándoles fascistas: “Lo que ustedes hacen es un ataque a la libertad de expresión, deben dejarnos pasar pa’ ver al Waters”, exclamaban.

Desde las 18:00 horas las autoridades decidieron cerrar el perímetro dos calles a la redonda del Zócalo, al estar a su máxima capacidad. Los que llegaron minutos antes de empezar el recital no lo sabían. Alguien comenzó a aventar botellas con agua y otro, latas, impactando a policías, de los cuales al menos durante los siguientes 10 minutos, salieron tres en camilla. Un segundo cerco se endureció con la llegada de camiones que obligaban a los rijosos a colocarse en los costados.

Doña Rosa esperaba para una cena a su hermana en un restaurante de la calle Venustiano Carranza. Nunca llegó porque le impidieron el paso. “Cuando termine el concierto, se le dejará pasar”, le dijo un policía.

Lo que calmó a quienes amenazaban con portazo total fue el inicio del recital que se combinó con una lluvia moderada de 20 minutos. A la hora de iniciado, varios policías se acercaron a las ambulancias y muchos salieron con manos vendadas.

Un “no seas... ¿por qué le pegas?”, fue suficiente para que policías de la Ciudad de México patearan a un joven que les recriminó su accionar de instantes antes. El ataque duró unos 10 segundos y terminó cuando testigos entre ellos, varias mujeres, gritaron que lo dejaran. Todo comenzó cuando un joven quiso saltar el cerco policiaco colocado a una calle del Zócalo y ante su insistencia al menos media docena de guardianes lo golpearon.

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