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A las 17:53 horas Roger Waters salió de su hotel a firmar autógrafos a sus seguidores. Por aproximadamente 20 minutos los afortunados le robaron sonrisas, al igual que una firma que ahora valorarán con el corazón.

Con una chamarra negra, pantalón de mezclilla y sin sus característicos lentes de sol, Waters complació y de vez en cuando volteaba a saludar a los que desde metros de distancia lo observaban curiosos.

A veces tosía, porque el aire fresco retumbaba al igual que algunas gotas de lluvia. Algo que llamó su atención y le robó una carcajada fue la emoción de una chica: “¡No ma..., no ma...!”, gritó la mujer entusiasmada después de conocer al músico.

Roger la escuchó y, por un momento, dejó de firmar para seguirla con su mirada mientras sus labios demostraban simpatía. Fue ahí que se dio cuenta lo que su gesto despertó en los fanáticos mexicanos al igual que uno que otro llanto de alegría.

El plumón con el que dejaba plasmada su huella en discos, pósters y carteles se desgastaba ya que en cada oportunidad (y fueron varias), el músico lo agitaba para encontrar más tinta. Cerca de las 18:13 horas terminó de firmar, se despidió con la mano al igual que lo hizo al salir, agradeció y se subió a una de las camionetas Suburban negras que lo llevarían, escoltado por elementos de la Policía de Seguridad, a la Cineteca Nacional para presentar el documental The occupation of the American mind.

Lluvia que valió la pena. Las 100 personas a quienes firmó sus objetos ayer se formaron desde tempranas horas y una fila más esperó para que los anotaran en la lista de hoy, pidiendo a su regreso su identificación oficial.

Otros más que no alcanzaron lugar decidieron no quedarse con las ganas de ver a su ídolo así que aguardaron en las inmediaciones del hotel ubicado en Paseo de la Reforma a pesar de la constante lluvia.

Algunos de ellos se conformaron con dos de los integrantes del staff, quienes salieron en la tarde a tomarse fotografías y hasta regalar plumillas. Incluso el guitarrista G.E Smith salió y caminando decidió pasear al tiempo que fue abordado por los fans.

Con toda tranquilidad, platicando, tomándose selfies y hasta respondiendo preguntas en su poco español se mostró accesible.

“¿Cómo se dice smile?”, preguntó tanto en inglés como en castellano. “Sonríe”, le respondieron. Esa era la petición que él les hacía.

En la espera la ilusión llegó cuando el mánager de Roger les confirmó que el músico había accedido a la firma del centenar de autógrafos tanto ayer como hoy, aunque no confirmó la hora de salida. A los asistentes no les importó, pues ya tenían la seguridad de que su espera, el sentarse y hasta acostarse en el suelo hasta sin poder comer valdría la pena.

Esa misma emoción fue la que mostraron frente a un camarógrafo y su asistente, quienes detenía un gran micrófono. Ambos expertos de la lente tenían una misión específica para el ex líder de Pink Floyd: grabar una especie de documental para que el británico fuera testigo d el ambiente de sus seguidores mexicanos y que no sería visto en ninguna parte más que por él. El fondo: la fuente de la Diana Cazadora.

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