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Juan Gabriel era muy supersticioso con el color morado a la hora de vestirse. “Debía ser color bugambilia pero nunca morado. Una vez le llevé unas muestras de tela porque le gustaba mucho opinar en lo que se iba a poner. Me dijo: ‘no, el morado es para los muertos. El morado no porque trae mal augurio’”, recordó Alex Peimbert, quien fue su vestuarista durante los últimos 10 años.

Entre los gustos de El Divo de Juárez predominaban los diseños coloridos y que plasmaran la esencia de México, entre lo que destacaron siempre los olanes, los brillos y hasta cristales bordados. Los accesorios también eran una parte fundamental de sus trajes.

“Tenía sus temporadas donde iba inventando cosas diferentes. Cuando empecé con él hicimos 20 Auditorios Nacionales con la cultura hindú, que le interesaba mucho, combinado con lo mexicano porque nunca dejaba a su país fuera”, indicó.

Fue justamente en este escenario, el Coloso de Reforma, en donde en septiembre del año pasado, brindó una fecha más. Esa noche fue diferente porque Juan Gabriel mostró otra faceta. Primero se quitó su chaleco y lo aventó, acto seguido se desabrochó por completo los botones de su camisa azul y para hacerlo hasta pidió ayuda a una mujer que eligió entre el público mientras poco a poco su piel quedaba al descubierto.

La verdad del pecho desnudo de Juanga
La verdad del pecho desnudo de Juanga

De pronto, se arrepintió. “Qué atrevida”, le dijo. “Lo que me hacen hacer nada más para llevarme los alimentos a la boca”, siguió divertido cuando bromeó con los asistentes que él era Superman, al tiempo que sostenía con ambas manos la prenda como lo hacía el superhéroe.

“Era un showman. Cayó un botón y él decidió abrir la camisa. Siempre me decía que podía hacer lo que quería porque era Juan Gabriel y es cierto, yo me quedaba callado. La gente le agradece mucho sus locuras, aparte de que cantaba y tenía un talento increíble para escribir, te divertía”, afirmó Peimbert.

Además, el cantante le ayudaba y aportaba ideas. Nunca escatimó en precios y no era exigente. En vida tanto Juan Gabriel como su mánager y cuñado, Jesús Salas, le expresaron que parte de esa ropa sería destinada a su museo en Ciudad Juárez.

“Con tantos años me tenía confianza y yo sabía lo que le gustaba. De repente tenía las ideas que pedía unas tijeras y cortaba algo que yo puse para ponerlo de otra manera antes de salir al show. Yo me estresaba horrible porque entonces desafiaba la idea que yo traía.

“Nunca me preguntó de precios. No estaba al pendiente de eso y de repente hacíamos trajes costosos para unos eventos especiales. Era tan sencillo que no tenía celular, nunca en la vida lo vi con un billete en la mano o con una cartera”, refirió.

Junto con su equipo Alex lo acompañó en lo que fue su último concierto en Los Ángeles. El diseñador cuenta que últimamente era tanto el trabajo que Juanga llegaba 10 minutos antes del concierto y se subía al escenario, luego se bajaba y se iba.

“En ese último show estaba contento, feliz, con más energía que otras veces porque de repente en otros se notaba más cansado; lo disfrutó. La canción de “La frontera” tiene una coreografía montada para que se quede en medio a bailar, a veces se quedaba en un costado; esta vez se bajó a bailar junto a los bailarines”.

Una cosa era el artista, pero Alberto Aguilera era muy buena persona con él. Por ello se siente agradecido que fuera convocado por su familia para los homenajes tanto en Ciudad Juárez como en Bellas Artes, además de ser invitados (junto a los músicos) para tocar en Guadalajara, aunque a este último no está confirmada aún su asistencia.

“Para mí es como si estuviera vivo. Me quedo con una anécdota que no olvido y es cuando fui a su casa en Cancún porque me sirvió de comer. Eso dice mucho sobre el ser humano tan grande que era; a la gente que le ayudaba los sentaba en su mesa. He conocido a muchos artistas y ninguna persona era tan sencilla, deberían de aprenderle un poco”.

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