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florencia.molfino@clabsa.com.mx
El jueves 21 de abril de 2016, a las 10:07 de la mañana se declaró la muerte de Prince Rogers Nelson, conocido simplemente como Prince. Tenía 57 años. Hoy realizan la autopsia.
Si la eternidad que pregonaba en “Let’s get crazy” es cierta, habrá sabido perdonar la circunstancia un tanto extraña de su hallazgo: la muerte lo encontró en su extravagante casa-estudio-clubnocturno ubicado en Paisley Park, Minnesota, en el sitio más impensado: un elevador.
Prince había cancelado hace apenas una semana su concierto en Atlanta debido a problemas de salud –una simple gripe, según su representante— y se disculpó con sus fans en el concierto de reposición que dio. Nada parecía indicar un final abrupto.
Nacido en Minneapolis, Minnesota, en 1958, sufrió durante su adolescencia de ataques de epilepsia, pero ni esta condición ni su breve estatura (1.58 metros) tuvieron el más mínimo efecto en su personalidad.
A los 13 años formó su primera banda, Grand Central, con un grupo de amigos, y a los 19 grabó su álbum debut con Warner Bros., For You, cuyo sencillo vendió 300 mil copias, y que ya llevaba su marca personal: la disolusión de cualquier límite musical (desde entonces mezcló el R&B, pop, rock, new wave y funk); la rebelión contra las convenciones sociales, heteronormativas y definiciones de género limitantes.
No sólo llamaba la atención por su actuación, sus provocadoras performances en las que no faltaban los bailes con movimientos con connotaciones sexuales, sino también por el uso de tacones, que lo llevó a tener que aclarar una vez —quizás con más ironía que con sinceridad—, que no los usaba para verse más alto, sino “porque a las mujeres les gusta”.
El incontestable. Prince fue uno de los pocos artistas mainstream que pudo darse el lujo de establecer desde el inicio de su carrera las condiciones de su contrato y de su promoción artística.
Un verdadero prodigio, tocaba más de 20 instrumentos y en gran parte de su discografía interpretó él mismo cada uno de ellos.
Su vida privada fue excéntrica, misteriosa, de bajo perfil. Hubo, sin embargo, algunos excepcionales descubrimientos noticiosos como el hecho de haberse convertido como Testigo de Jehová en 2001 (que lo llevó transformó, a su vez, en un apóstata de su tapa “libertina”), o como cuando decidió cambiar su nombre artístico de Prince a un símbolo impronunciable que sólo podía verbalizarse como The Former Artist Known as Prince (cuya traducción sería El Artista Antes conocido como Prince) o The Artist, a secas, cuando entró en un conflicto de intereses con su disquera, Warner Music.
Una vez resueltas las cosas con la compañía, Prince obtuvo en septiembre del año pasado un contrato millonario, por seis discos, de 108 millones de dólares, muy por encima de los conseguidos por otros artistas como Madonna.
A pesar de un breve periodo en que estuvo alejado de los medios, Prince se mantuvo como uno de los artistas más prolíficos y exitosos , con más de 100 millones de álbumes vendidos en el mundo y más de 40 discos producidos.
“Un espíritu fuerte trasciende todas las reglas”, dijo en una ocasión. Sería redundante explicarlo.