Tenía un enorme talento y creó algunos temas que forman parte de la historia de la música, pero si algo distinguía a era la polémica, que buscaba a través de las controvertidas letras de sus canciones, sus continuos cambios de nombre y un estilo de vida cuanto menos extravagante.

En 1978, con solo 18 años ya había fichado por una multinacional y conseguido sus primeros éxitos. Y con "Controversy", su cuarto álbum, sentó las bases de lo que iba a ser su carrera: la polémica, en este caso por la mezcla de religión y sexo en los temas del disco.

Decidió muy pronto que iba a controlar férreamente su carrera, en todos sus aspectos. No solo construyéndose un estudio de grabación para acaparar todo el proceso de creación de cada uno de sus discos, sino también en lo que se refería a su estrafalario y colorido vestuario, su cuidadísima imagen y lo que quería que supieran de él sus fans.

El éxito mundial de su canción "Purple Rain" en 1984 -se llevó el Oscar y el álbum homónimo vendió 13 millones de copias solo en Estados Unidos- le situó en la cima del mundo y muchos se atrevieron a aventurar que le quitaría el cetro del reino del pop al mismísimo Michael Jackson.

Pero si en algo compitieron los dos cantantes en aquella época, además de en talento, fue en su comportamiento caprichoso e irracional.

En 1985 Prince anunció que dejaba los escenarios, las actuaciones en directo y los vídeos pero al año siguiente realizó algunas actuaciones, en contra de lo que había afirmado previamente. Declaraciones contradictorias que contribuían a aumentar su fama.

Fueron sus mejores años, con giras mundiales en las que hacía gala de su control del escenario y su sentido del espectáculo, con un cuidado estilo provocador que fomentaba con sus trajes, sus peinados y sus coreografías.

Un éxito que no pareció bastarle ya que a comienzos de los noventa se mostraba cansado de todo y entró en una espiral de excesos que le llevó a cambiarse repetidamente de nombre.

Primero se produjo el escándalo de "The Black album", un trabajo que se editó en 1987 de forma pirata y retirado una semana después del mercado por Warner.

A continuación llegó la música que compuso para la película "Batman" (1989), el vídeo de tono erótico que grabó con una de las canciones con la actriz Kim Bassiger y en 1992 firmó el mayor contrato de la música, por 108 millones de dólares con Warner.

Pero a partir de ahí ya nada volvió a ser igual y la estrella de Prince empezó a apagarse.

Al año siguiente decidió que ya no se llamaba Prince, sino que se le conocería con un símbolo que unía lo masculino y lo femenino y que no había cómo pronunciar, lo que llevó a sus seguidores a llamarle "The symbol" ("El símbolo").

Luego pasaría a llamarse "The Artist" ("El artista") y "The Artist Formerly Known As Prince" ("El artista antes conocido como Prince").

Era una época en la que aseguraba no creer en lo terrenal y consideraba que todos somos parte de un todo espiritual, por lo que se mostraba orgulloso de no tener nombre. "Eso me acerca más a la raza humana. Ya no me puede pedir nadie autógrafos y ya no es necesario que me preocupe de mi ego", aseguraba.

Hasta que en 2000 decidió recuperar su nombre de Prince. Lo que no significó que dejara atrás sus declaraciones polémicas -dijo repetidamente sin pudor alguno que era el mejor cantante del mundo-, sus estrafalarias indumentarias o su misticismo.

Abandonó el símbolo del amor y se centró más en la música, con proyectos más o menos fallidos, además de sacar a relucir su lado más solidario, como en 2005 cuando grabó dos canciones en beneficio de las víctimas del huracán Katrina que devastó Nueva Orleans.

En 2007 emprendió acciones legales contra YouTube, eBay y The Pirate Bay por "apropiación indebida" de sus canciones y decidió regalar su álbum "Planet Earth" con un tabloide británico.

Y tres años después decidió boicotear internet y las vías tradicionales de venta de música cuando lanzó su álbum "20Ten", que regaló en el Reino Unido con la compra de los periódicos "Daily Mirror" y "Daily Record", además de en Bélgica con otro diario.

"Es maravilloso poder regalar mis canciones. Dios está lleno de amor y generosidad y está escrito que todos deberíamos actuar como él", explicaba en Londres un espiritual Prince, Testigo de Jehová y vegetariano que dedicaba unas seis horas al día a leer la Biblia.

Uno de sus últimos proyectos, que nunca verá la luz, eran sus memorias, que iban a ser publicadas en 2017 bajo el poético título "The Beautiful Ones".

rqm

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