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Los sombreros rancheros y charros abundaron en las afueras del Estadio Azteca, cuando hasta los puestos destinados a vender productos deportivos se ajustaron al último concierto de Vicente Fernández.

Otros productos, aunque relativamente pocos, eran los estampados y grabados específicamente con la imagen del cantante mexicano.

Entre éstos se podían encontrar tazas a un costo de 80 pesos, gorras y tarros a 100 pesos; las bufandas, playeras y tequileras se vendían a 150 pesos y finalmente los sombreros, que en realidad era lo que más éxito tenía, que oscilaban entre los 100 y 300 pesos de acuerdo al material y diseño.

Gran parte del público llegó desde temprano para comer algo, tomar fotografías y algunos que no tuvieron oportunidad de conseguir boletos gastar sus últimos recursos.

Dos personas vinieron juntas con la ilusión de conseguir un par en la reventa y entrar en la despedida, pero no lograron conseguirlo. “Están muy caros y eso que era gratuito, en preferente que es hasta arriba están en mil pesos y de ahí no bajan. A ver cómo nos va”, dijeron.

Las puertas se abrieron desde las seis de la tarde, cuando la gente comenzó a entrar. Entre el público se podían observar personas de todas las edades, desde niños hasta personas adultas y de la tercera edad.

En la parte de abajo se adaptaron sillas para que todo el público estuviera sentado, pues desde la organización se sabía que la duración del concierto sería larga.

Mientras tanto en la explanada una marca de cafés estuvo regalando su producto ya que adentro los precios por un agua chica era de 25 pesos, los refrescos 30 y las cervezas dobles en 80 pesos, aunque estas últimas comenzaron a venderse desde las 20:30 horas.

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