cristina.pineda@eluniversal.com.mx
Julio Iglesias no cree que pueda seguir generando suspiros en las mujeres por sentirse igual de atraídas hacia él como en el pasado. Como un hombre de 72 años bromeó que a él mismo le cuesta suspirar y que con lo que ha logrado en su carrera no se considera una leyenda, pues ellas están muertas.
“Yo soy un masoquista del trabajo y de la disciplina; yo disciplino mi vida hasta los límites grandes y graves para poder estar en el escenario. Yo hace 50 años casi que canto y ¿tú crees que yo puedo entender mi vida sin cantar? Es imposible”, dijo.
Desde su residencia en Punta Cana, República Dominicana, el español respondió a EL UNIVERSAL en una entrevista marcada por las risas.
“¿Cuántos años tienes, pequeña?” se escuchó desde el otro lado del auricular por parte de quien no puede evitar las atenciones ni su lado coqueto.
“¿Qué quieres que te cuente que no te haya contado ya tu mamá, tu tía o tu abuela”, refiere.
Entró en detalles sobre cómo lleva esta exigencia al ámbito familiar y con sus hijos. A Enrique lo considera un campeón, a Julio lo describe como una maravilla de crío y Chabeli un amor de mujer; sus hijos más chicos van de los ocho a los 18 años, creciendo sanos, fuertes, disciplinados y asegura no tener ninguna queja sobre su vida y sólo agradece los golpes de suerte.
En el pasado se habló mucho sobre la relación con quien decidiera seguir sus pasos. Hoy, admira la labor que ha hecho Enrique.
Julio Iglesias se encuentra preparado para iniciar una gira en donde pisará nuevamente la Ciudad de México el 11 de marzo dentro del festival Starlite, en el Infield del Hipódromo de las Américas, aunque confirmó que, como es su costumbre, cantará en el Auditorio Nacional el 21 de septiembre.
¿Y la salud?, se le pregunta.
“Estoy del carajo”, responde sin titubear y hace la analogía de que ahora no podría jugar un partido de futbol porque le da un ataque en la ciática, como referencia a los tiempos que era futbolista, pero nada vence la ansiedad que siente antes de salir al escenario.
“Los artistas que sobrevivimos tres o cuatro generaciones con más de 70 años tenemos un esfuerzo físico superior a lo normal, lógicamente. Las piernas no son tan fuertes, con la artritis a lo mejor te duele un hombro un día porque siempre te duele algo y si no te duele es que estás bien jodido. Nosotros nos curamos en el escenario. ¿Cómo? Se te olvida que te duele la rodilla o la espalda porque el mejor médico que he tenido en mi vida y que no voy a tener jamás ha sido el público”.
En el que definió como el último disco que grabaría en su carrera hizo un homenaje a México, país al que le canta desde hace más de 40 años. Para él no es casualidad porque la música mexicana está en su alma desde que la escuchaba en la voz de su madre, su padre y abuela. “Cantar a esos grandes autores es un privilegio... lo que dijo José Alfredo (Jiménez) está calcado en la música moderna continuamente, para mí es la base de la música romántica universalmente latina”.
Recientemente fue contactado por la oficina de Vicente Fernández para que fuera uno de los invitados en su despedida en el Estadio Azteca, por lo que le duele no poder estar físicamente pues tenía ya comprometidas unas fechas en Argentina, en abril.