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cristina.pineda@eluniversal.com.mx
La ahora Ciudad de México trae una nueva cosmovisión sobre cómo vivir en la capital del país. Sin embargo, dejar atrás las vivencias en el Distrio Federal no es nada fácil.
“Va a haber una especie de melancolía por el DF, aunque suena horrible y es una implicación política centralista. A mí me parece que es una verdadera payasada porque realmente no está cambiando nada, no se está transformando nada, no vamos a participar más, no nos van a hacer más caso, vamos a seguir siendo los mismos de siempre; puede haber una señal de radio y de televisión abiertas porque esa fue una bronca de Ebrard con Calderón, es un buen punto”, dijo a EL UNIVERSAL el músico Armando Vega Gil.
Los integrantes de Botellita de Jerez recuerdan sus vidas en uno de los espacios más populares de la ahora Ciudad de México: Coyoacán. “Me gusta mucho porque en esta colonia vive mi hijo, tengo un anclaje emocional. La Alameda o la plaza de Santa Veracruz donde está el Franz Mayer y hay una fuente, teporochos y huele a popó y pipí; comerme un cuerno con chocolate y escribir en las bancas de ahí me encanta, iba a desayunar con mi papá que ya murió, entonces ese lugar es de mis favoritos”, agregó el también escritor.
Francisco Barrios El Mastuerzo suele caminar de cinco a 10 kilómetros todos los días por los barrios de la delegación como el de Santo Domingo, donde han vivido sus hijos.
“Aquí vivo aunque me la paso cantando en el bronx. Amo los barrios en los que he sido convidado a cantar, como Tepito porque ha sido bravo desde antes de la llegada de los españoles, se ha defendido y tiene huevos; no es que no me gusten los barrios altos, los han construido los trabajadores”, dijo.
Quien pasó sus primeros 24 años de vida en Coyoacán es Santiago Ojeda, que recuerda con melancolía el callejón del Aguacate, el Francisco Sosa o el Barrio del Niño Jesús. “Crecí junto a los Viveros de Coyoacán y hay mucho verde, árboles, oxígeno, ardillas. Los lugares de San Ángel son divinos, algunos callejones por la plaza San Jacinto o incluso Xochimilco”.
Para el cuarto Botello, Rafael González, todas las colonias tienen su encanto y después de su amor por Coyoacán es por la Condesa, por ser donde nació, y Narvarte porque de ahí es su mujer.
Sus gentilicios. Si algo rechazan es que a los que viven en la Ciudad de México y que antes podían ser “defectuosos” ahora se les diga “mexiqueños”.
Por eso no dudaron en lanzar al aire algunos nombres con los que les gustaría aportar. Ya sea “la capirucha”, “anahuaqueños”, “ciudad de Slim”, “chilangolandia” (con la moneda como los “chingólares”), “ciudad mexiqueños” o “tenochtitlanos”, pero dicen que a quienes realmente les importa cómo queden los gentilicios será a los principales dueños y empresarios.
Su quehacer será el mismo, contar con sus letras las experiencias cuando abren la puerta de su casa y la realidad se les va encima como una cubetada, pues definen como de amor-odio y nostalgia-olvido la relación con su tierra. “Somos una banda chilanga; nuestra manera de ver, entender las cosas y de hablar, incluso las letras son de la Ciudad de México, pero hemos logrado estar de México a Tijuana”, argumentó Armando, quien adelantó que preparan un documental del grupo.
Tal como lo demostraron en las canciones “Forjando patria” o “El muchacho asfáltico” cantarán a su ciudad con letras que quedarán muy bien ya con el resultado de la reforma política. “Nuestras canciones han sido muy vigentes durante muchos años y hablan desde la Ciudad de México hacia el mundo, aunque cambie el nombre de la ciudad seguirán siendo coherentes con esta supuesta urbanidad”.