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Hay un equilibrio, un camino muy fino entre un entorno complejo para provocar ideas creativas y otro demasiado difícil, “que termina siendo un desastre, porque la vida es demasiado corta para pesadillas”, sostiene el canadiense Michel Laprise, el director que estará a cargo de la puesta en escena del show que asocia al Cirque du Soleil y a la banda argentina Soda Stereo, y que se estrenará en febrero de 2017.

La unión de Cirque y Soda camina por este sendero estrecho: “Las letras de Soda son inteligentes y en ese sentido muy desafiantes para el Cirque; no era una banda perezosa, sino muy trabajadora, como los acróbatas. Y por otra parte, sus letras, que son muy metafóricas, hablan de sensaciones y combinan bien con el arte de la acrobacia, que es eterno”, cuenta Laprise.

Con un título de la escuela nacional de teatro de Montreal, Laprise fue durante varios años actor, jefe de arte y director del Theatre Pluriel antes de unirse, en 2000, al Cirque du Soleil, donde ingresó primero como buscador de talentos y más adelante tuvo a su cargo la división de “Grandes eventos” (shows inaugurales de olimpíadas, juegos de invierno o aniversarios de ciudades). Días atrás pasó por Buenos Aires para “acercarse al corazón de Soda.

Laprise y otros creativos del grupo visitaron la tumba de Gustavo Cerati, su estudio de grabación y pasearon por los lugares de la infancia y por los de la adolescencia de todos los integrantes de Soda. “No es algo común, el acercamiento creativo es completamente distinto al de otros shows que hayamos hecho”, cuenta. Lo usual es que las oficinas centrales de Montreal (donde trabajan 3500 de los 5000 empleados del Cirque en todo el mundo) funcionen como fábrica creativa. “Para captar el alma de Soda Stereo, para llegar a lo más profundo del vínculo con sus fans, voy a viajar una vez por mes a Buenos Aires durante 2016”, dice.

Igualmente, desde que se dio el visto bueno al proyecto, los responsables artísticos crearon una “sala de inspiración” en las oficinas de Montreal, donde hay miles de fotos de la banda pegadas en las paredes, se mandó a instalar una “persiana americana” y se pasa todo el día la música de Soda a un volumen muy alto, “porque nos dijeron que el alto volumen era una marca muy propia de sus shows”.

A partir de estos estímulos (los viajes, la Sala Soda en Montreal, la investigación que da un equipo especializado, las charlas con los integrantes del grupo y su gente cercana), los creativos proponen ideas en una mesa y se elabora sobre las que se advierten promisorias.

“Si vemos que no funcionan o no tocan una fibra mágica, que no emocionan, que entran en un callejón sin salida, volvemos para atrás. Confiamos mucho en el instinto, en el estómago; el equipo creativo de esta iniciativa es el mejor que se haya formado para un evento del Cirque”, cuenta Jean Francois Bouchard, guía creativo de todos los proyectos de la compañía.

Bouchard recuerda una anécdota hoy risueña, pero que casi hizo fracasar el proyecto conjunto. “El día que nos trajeron la propuesta se lo comenté a mi mujer, que es brasileña, y como Soda es muy popular en toda América Latina menos en Brasil, ella me dijo que no los conocía”, se ríe hoy. El barco siguió a flote cuando al día siguiente convocaron a 200 empleados latinos del Cirque, les preguntaron su opinión y surgió una ovación instantánea.

Laprise se muere de ganas de dar información del show, pero la jefa de prensa que tiene a dos metros actúa de guardiana y lo mira fijo cuando está a punto de soltar algún detalle. Los shows del Cirque tienen muy trabajadas la escena inicial y la de cierre, y por lo tanto habrá mucho cuidado en seleccionar ambas melodías. “Tengo varias canciones de Soda que me acompañan cuando me levanto y me ducho a la mañana”, dice el director canadiense, “entre ellas saldrán las dos opciones”.

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