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Si le preguntamos a Ely Guerra qué mujeres han sido ejemplo en su vida y carrera artística la lista es interminable. En ella aparecen la fotógrafa Tina Modotti; la pintora y poeta Nahui Ollín (Carmen Mondragón) a quien describe como  “una mujer intensa y maravillosa" y no podían faltar la cantautora inglesa PJ Harvey, con quien se identificó tanto que la prensa las comparaba y Frida Kahlo, por quien vive en Coyoacán.

“Son mujeres que han sido detonantes para que yo continúe”, platicó en entrevista con EL UNIVERSAL unos días antes de su concierto con “El origen” en el Lunario del Auditorio Nacional este 11 de julio, un encuentro que, asegura, será íntimo con sus seguidores.

“El primer semestre de 2015 nos azotaron momentos dolorosos familiares así que he estado como más íntima y (con este concierto) voy a poder descubrir cómo, de qué manera a ellos también los ha marcado, va a ser un reencuentro en todos los sentidos”.

Los 20 años de carrera que la regiomontana celebra le han confirmado que los lazos con su público tienen muchas aristas, pues hay amor, fidelidad pero también encanto y desencanto, por lo que es momento de redefinir con este concierto, su relación.

“Sin duda el público está creciendo en madurez, yo soy una mujer atravesando otras décadas, ahora tengo 43 años, entiendo la música desde otra manera, sé que mis fans también han crecido, entonces es muy emocionante ver que no somos los mismos, sin embargo, seguimos en una ruta de amor gracias a la música, es la música la que nos mantiene unidos”.

Actualmente la cantante de “Tengo frío” se encuentra en proceso de creación para un próximo disco que, pese a los años, aún sigue siendo un reto por todos los sentimientos que le genera. Aunque no quiso hablar de las temáticas que abordará, sí confesó que está entre la confrontación e inseguridad que le da el pensar si podría hacer nuevamente las cosas bien.

Al preguntarle si alguna vez se ha enfrentado con la duda de dejar de cantar, respondió: “Siempre va a haber en el fondo un temor, una angustia y una inseguridad que te hace creer que no eres suficientemente buena para lo que haces pero puedo asegurarte que es mucho más fuerte el sentimiento de reencontrarme, de destino, la responsabilidad inclusive ante el don que Dios me dio. No me puedo rajar, a eso vine”.

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