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Tres generaciones antes de que el jaranero y versador Patricio Hidalgo naciera, la música ya corría por las venas de su familia. Por ello, no fue raro que desde pequeño le llamara la atención lo mismo el canto de las aves que el de los árboles y los versos que la gente de Ampixita, Veracruz, echaba al viento durante las jornadas de trabajo en los sembradíos.
“Adiós pinole de mar, ya se los acabó el gorgojo, los que no me puedan mirar ¡namás me pelan el ojo!” recuerda, por ejemplo, en voz del compadre de su papá mientras cultivaba maíz.
El gusto por el baile, la guitarra y por el canto lo heredó de él, dice, pues cada tarde aventaba machete, sombrero y camisa para ponerse a bailar o tocar la guitarra delante de sus hijos hasta quedar bañado en sudor.
“Se ponía a cantar como para desahogarse del cansancio pero también se ve que desahogaba otras cosas, yo sentía que mi papá desahogaba tristezas, descargaba muchas cosas y eso lo hizo un hombre muy feliz” platicó.
Tanto fue su interés por la música que ni bien cumplió cinco años quiso tocar esa guitarra, pero ni los brazos ni los dedos le ayudaron, de ahí que tuviera su primer instrumento musical.
“Mi papá me tuvo que inventar una especie de jaranita de una lata de sardina de esas ovaladas y así, le abrió una boquita redonda en el centro, le sacó toda la sardina y se convirtió en una cajita de resonancia, luego le puso diapasón y de unas clavijas y unos hilos le puso las cuerdas... porque yo le pedí un instrumento”.
El pueblo, el clima, la gente y su familia fueron desde entonces un móvil creativo para sus versos, pero algo crucial en su carrera fue aquel día en que con poco más de 10 años de edad se embarcó solo en un viaje a Minatitlán para conocer a su abuelo, el músico Arcadio Hidalgo, quien para entonces ya había recorrido gran parte del país con el grupo Mono Blanco, uno de los referentes obligados en el género.
“Toqué con mi abuelo y con los monos y dejé mi religión, dejé incluso la guitarra, dejé el bolero y el ranchero para dedicarme al son jarocho y la jarana y hasta ahora” platicó sonriendo, pues recordó que en ese tiempo profesaba una religión que le impedía cantar.
En 30 años de carrera Patricio ha llevado su son al interior de la República y a diferentes países, y también se ha enfocado en promover y rescatar géneros como la conga nacida en veracruz y a documentar los orígenes de los versos, pues tiene un libro titulado 50 años de versada en el sur de Veracruz.
Varias de sus letras han sido escritas a manera de crítica social como “Conga Patria”, “Política sifilítica”, y “Congra del bracero”, algo que también heredó de su abuelo, quien a los 13 años quiso aprender a disparar para unirse a la Revolución y combatir a los malos no sólo con balas, sino con música.
Ahora, Patricio Hidalgo y el Afrojarocho se encuentran en una colecta económica por Internet con el programa Fondeadora para reeditar el disco “Subterráneo” así como la producción de tres videos en Veracruz. La gente puede donar y a cambio, se hace una devolución en especie como discos, playeras, etcétera. Para contribuir a la meta de 85 mil pesos, este sábado también tocarán a partir de las 19:00 horas en el Pata Negra del DF.
—¿Qué te gustaría que pasara con el son jarocho en México? —le preguntamos al músico.
—Me gustaría que un día hubiera un fandango masivo con los grandes exponentes, que no hubiera figuras, que las figuras fueran una gran fiesta zapateada, un festival masivo, me gustaría que hubiera un gran fandango porque todos estarían ante el espíritu de un pueblo que se estaría proyectando a través de su cultura.