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Hace poco Marilyn Manson mencionó estas palabras en una entrevista en Cannes, Francia: “América necesita a alguien como yo para que no apeste tanto como puede”. Fue como tirar un pedazo de carne en un mar de tiburones. Fox News lo retomó titulando: “América me necesita: Marilyn Manson”, antes de iniciar todo un programa de debate en horario de máxima audiencia sobre lo ‘desagradable’ que puede ser este artista.
Es el año 2015, es decir, más de dos décadas después de que Manson apareció en escena para asustar al mundo, y sigue haciéndolo: conoce el secreto de poner su nombre en boca de todos, pese a que tuvo que desvanecerse por un buen tiempo. Pero ha vuelto y sigue encarnando esos temores.
Cuando la sociedad intentó buscar un culpable de la masacre estadounidense de Columbine, en 1999 (en la que murieron 36 personas en una escuela), muchos apuntaron con el dedo a Marilyn Manson como aquel que con sus letras habría inducido a los jóvenes terroristas Dylan Klebold y Eric Harris a halar el gatillo. Estos lo mencionaron en una declaración, y allí empezó todo.
“Columbine acabó con mi carrera”, dijo Manson en una reciente entrevista con la revista Billboard: “los casinos se negaban a agendarme conciertos”.
En ese mismo diálogo, cuestionó el sensacionalismo de los medios con la historia de Columbine y sobre todo, la suya: “pusieron a Klebold y a Harris en la portada de la revista Time; yo nunca he estado en la portada de Time”.
Ahora, con el título de su nuevo álbum –el que tiene las mejores reseñas desde Holy Wood, del 2000–, Manson ha adoptado un seudónimo contundente: The Pale Emperor, “el Emperador Pálido”, cosa que nunca ha dejado de ser para el metal industrial y la escena gótica. Se suma al de ‘anticristo superestrella’ y al de ‘Omega’, el alterego andrógino que saltó en la portada de Mechanical Animals (1998).
Los años no han pasado en vano (hoy tiene 46), pero Manson lo asume con la altura de quien no necesita ser ídolo juvenil. Hace parte del selecto club junto a Morrissey y Nick Cave en el que representan el lado más misterioso y glamoroso del rock adulto.
Pero también está su paso por rehabilitación después de un largo apego al alcohol, especialmente a la Absenta, un anisado conocido como el ‘diablo verde’, que lo condujo en el 2012 a una hospitalización.
“La rehabilitación fue un poco aburrida, no era como se veía en TV, yo pensaba que un hospital mental estaría lleno de gente babeando, pero no lo es. Eso fue un poco decepcionante”, comentó con su reconocido humor negro a New Musical Express (NME).
Manson dejó entrever las huellas de esa historia en su personificación de Ron Tully, un miembro de la Supremacía Blanca que aparece en prisión, en la serie de televisión Sons of Anarchy. Allí, sin maquillaje y sin esconder su sobrepeso, y ataviado en un uniforme naranja, estaba el verdadero Brian Hugh Warner, el nombre de pila de Manson.
El último emperador
Del nuevo álbum del artista se desprende el sencillo Deep Six, que rememora sonidos de los años 90. Años que le garantizaron más de 70 millones de discos vendidos en todo el mundo.
Pero hay elementos curiosos en este regreso de Manson. Entra en la ecuación de The Pale Emperor la figura del coproductor de Tyler Bates, un estadounidense que se ha destacado más por sus trabajos en bandas sonoras (entre ellas, la de Guardianes de la Galaxia) que por su historia en el rock.
Esto representa un giro en su historia de productores visionarios del rock industrial y asesores ‘espirituales’ entre los que han estado Trent Reznor (Nine Inch Nails) y Billy Corgan (Smashing Pumpkins).
Las guitarras eléctricas viajan, incluso, a un pasado más lejano que el propio de Manson, como al rock de los años 80 e incluso a las influencias de Iggy Pop, The Stooges, Tom Waits y David Bowie, en canciones como The Mephistopheles of Los Angeles. De esta canción, ha contado Manson que es la favorita de su gran amigo de parrandas, el actor Johnny Depp. Sin embargo, conforme avanza la canción, no oculta la marca distintiva en el sonido de Manson desde sus primeros años, ese pulso percutivo potente que probablemente heredó del glam rock de Gary Glitter y reprocesó para la recordada Beautiful People, de 1996.
Trazos del primer rock gótico, como el de The Smiths salta en Warship My Wreck, con una voz quebrada y sin tanta postproducción, lo que realza un realismo único. Esto se debió a que gran parte de las canciones de The Pale Emperor se grabaron en una sola toma.
También tiene su carga política, que se desata en Slave only dreams to be king (“El esclavo solo sueña con ser rey”).
Pero probablemente la canción que mejor resume la esencia provocadora y polémica de Marilyn Manson en este álbum sea Odds of Even, que comienza con un sonido de ambiente que parece ser gritos de una multitud, pero también podría ser simplemente el graznido de unos pájaros.
Sin embargo, su letra reza: “Frente al rostro de la muerte sombría, monstruos que gritan me traen a la sordera; mi daga y mi arrogancia son inútiles frente al espejo, cuando este espejo está hecho con mi rostro / Esta es la casa de la muerte, donde incluso los ángeles mueren en los brazos de los demonios”. ¿Será acasó su relato de Columbine, y de cómo Manson resulta ser el espejo de una sociedad en descomposición?
‘The Pale emperor’
El nuevo disco de Marilyn Manson comprende 13 canciones, todas con su acostumbrada oscuridad pero además con un toque mucho más potente y, podría decirse, comercial frente a las anteriores producciones del artista, de la década pasada. El empaque en la edición para Colombia, por Cabeza de Ratón, es de gran detalle: muestra todo el concepto artístico de Manson y de Hassan Rahim. Se destacan los cortes ‘Killing Strangers’, ‘The Mephistopheles of Los Angeles’, ‘Deep Six’ y ‘Warship my Wreck’.
rqm