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A las 14.56 del 24 de junio de 1935, el avión F-31 que llevaba a Gardel se estrellaba con el trimotor de Scadta en el aeródromo Olaya Herrrera, de Medellín. Moría el cantor, nacía el mito.
A ochenta años de la tragedia, la figura de Gardel es una "presencia" omnipresente en la zona del Abasto. En la ciudad de Medellín, a miles de kilómetros de Buenos Aires, pasa lo mismo: calles, bares y centros culturales llevan su nombre. Hay un hilo conductor que une a las dos ciudades.
El cantor de tangos Hernán Lucero camina las mismas calles que caminó el Morocho del Abasto con algo de reverencia y evocación. En Medellín, Ariel Ardit, otra figura de la nueva generación, realiza la misma peregrinación gardeliana, pero en el lugar en el que el cantante encontró su fatal destino. Los dos cantores trazan una suerte de "autopista gardeliana" entre un lugar y el otro.
Se están cumpliendo ochenta años de la muerte del Zorzal criollo y el legado del artista que se transformó en un ícono argentino en todo el mundo se reactualiza en tributos y relecturas de las nuevas generaciones.
Ariel Ardit realizará hoy en el mismo aeropuerto Olaya Herrera, de Medellín, donde se estrelló el avión que llevaba a Carlos Gardel un simbólico concierto junto a la Sinfónica de Medellín. Hernán Lucero acaba de editar el imprescindible disco Gardeliano, que presentó el fin de semana último en el Teatro Sha.
No son los únicos. Artistas tan disímiles como el armoniquista Franco Luciani y el pianista Federico Lerhner ya se habían anticipado al aniversario con el lanzamiento del álbum Gardelería, y el pianista Marcelo Ezquiaga estrenará hoy en la Casa Museo de Gardel su proyecto Morocho, en el que aborda el repertorio gardeliano desde la canción pop.
En el terreno tanguero, donde los homenajes y las citas musicales al cantor criollo serán una constante esta semana, Ardit y Lucero, dos protagonistas ineludibles de la nueva escena del tango, coinciden en que la obra de Gardel sigue siendo una influencia muy presente para su generación.
"Creo que su vigencia y actualidad tiene que ver con haber sido el primero en inventar esta forma de la canción argentina. No hubiera sido posible la existencia de Andrés Chazarreta, Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Sandro, Charly, Spinetta y hasta los Babasónicos si no hubiera existido esta figura. En todos hay algo de él", sostiene Lucero, con el fondo de las calles del Abasto.
"La modernidad melódica de Gardel se sostiene con el tiempo. Esa manera de cantar tan preciosa, que privilegia cada sonido como una perla, forma la belleza estética del canto. Gardel es vigente porque su belleza armónica y melódica no la podés encontrar fácilmente ahora. Eso lo mantiene moderno". sostiene Ardit desde Medellín, horas antes de protagonizar el concierto de su vida.
Cada uno está viviendo este reencuentro con el mito gardeliano de distintas maneras. En los alrededores de la casa museo en la calle Jean Jaurés, la iconografía gardeliana explota a pleno.
Para el cantor Hernán Lucero, hay todavía un universo gardeliano por descubrir. "Hay algo misterioso en ese hombre y en ese artista que va mas allá de su excelencia como intérprete. Es una figura extraordinaria, pero además es un personaje extraordinario. Es el pibe que choreaba manzanas en el mercado del Abasto, el inmigrante indocumentado que desde la pobreza llegó a ser el más grande artista de la Paramount. Además de artista extraordinario, era un productor genial."
Durante su estadía en Medellín, Ardit paseó por los barrios en los que el cantor dejó una estela mítica. Gardel, dice Ardit, estaba adelantado a su tiempo. Tenía una visión que, sumada a su técnica interpretativa, le permitió ser un revolucionario de la industria musical.
"La imagen de Gardel que tenemos es estática pero su proyección sigue siendo inimaginable. Se pueden hacer tratados sobre su voz, cómo mejoró su técnica y la parte compositiva, pero además de lo musical, Gardel trabajó el aspecto icónico de su figura desde su visión de productor. La construcción de esa imagen mundial fue un logro de Gardel. Él se hizo internacionalmente famoso cuando no había Internet. Armó esa jugada maestra junto a Lepera de estrenar sus composiciones en el cine antes que en los discos. Eso no es solamente cantar bien. Se encargó de crear ese monstruo y el mito alrededor de su imagen. Hoy seguimos hablando de muchas cosas de su vida que no se saben y que forman parte del misterio de Gardel, pero creo que él se encargó muchas veces de cambiar las cosas de lugar y poner piedritas en el camino para llevarnos a distintos lugares y que se mantenga el misterio".
Para tratar de desentrañar ese misterio, Hernán Lucero leyó sobre su vida y escuchó mucho música en los dos últimos meses para llegar a la selección final del flamante disco Gardeliano (con arte de Ale Ross, otra cita generacional) donde aparecen obras clásicas como "El día que me quieras", canciones olvidadas como " Barrio viejo" y temas más criollos como "Pobre gallo bataraz".
"Entre las 900 canciones que grabó Gardel tuve que elegir doce. Fue muy difícil porque es meterte con el paradigma del cantor. Intenté resignificar esas canciones desde mi sentir. Antes que nada, este disco es una declaración de amor. Por eso, elegí las canciones que más me conmueven y que pueden dialogar conmingo hoy. Es curioso pero esos tangos escritos hace más de setenta años son pequeñas historias de amor de barrio y situaciones cotidianas que, para alguien que nunca las escuchó, pueden resultar novedosas y hasta contemporáneas."
En 1995 cuando todavía cantaba en la Orquesta El Arranque, Ariel Ardit vio un homenaje a Gardel en Toulouse con una orquesta sinfónica. Pero no había cantor. Desde ese momento sintió que ese cantor ausente tenía que ser él.
La idea quedó flotando hasta que hace dos años en un viaje a Medellín para conocer el aeropuerto donde murió Gardel se le ocurrió la idea de hacer el homenaje en el mismo lugar de la tragedia. Ardit hizo la propuesta al Festival de Tango de Medellín y, finalmente, se transformó en el evento central de esta noche.
A pocas horas de cantar con la Sinfónica de Medellín, Ardit siente que lleva toda una vida preparándose para este momento. "Emocionalmente es terrible estar acá y homenajearlo en el aeropuerto donde encontró la muerte. Sé que tampoco puedo fallar. Recuerdo a mi tío abuelo que me enseñó a cantar «Sol tropical» y a su vez él le enseñó a mi madre a cantar 'Soledad'".
"Hoy son mis hijas las que escuchan Gardel y es como una herencia familiar, una posta que se va pasando. Hace dos años que estoy preparando este espectáculo. No tengo un objetivo más alto que esté. Antes creía en Dios, pero ahora también creo en Gardel"
La pregunta vuelve al principio ¿Por qué al cumplirse el ochenta aniversario de su muerte la imagen de Gardel parece tan presente?. Después de escucharlo toda su vida, Hernán Lucero ensaya una explicación.
"Fue el primero en entender a la gente, en amar las alegrías y tristezas del pueblo argentino, y con ese capital afectivo diseñó una forma de canción que nos interpela y nos sigue contando como pueblo. Es como pasa con Lennon y McCartney. Yo no viví la época de los Beatles pero basta poner Rubber Soul para que el mundo sea mejor. Con Gardel pasa lo mismo y eso es parte de su misterio.
rad