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Fue ministro durante unos años, pero don Gilberto Gil sigue siendo un ícono de la contracultura y de la música, el arte que lo hizo famoso cinco décadas atrás. “Mi música es mi lengua”, decía el compositor brasileño hace un tiempo como miembro del Gobierno de su país, desde donde intentaba también impulsar sus pequeñas revueltas contra el establishment.
Activista contra la dictadura militar, exiliado forzoso y también político, Gilberto Gil es una de las leyendas musicales de Brasil. El cantaautor, que cumple 75 años hoy, es imprescindible para explicar el éxito universal de los ritmos brasileños en el último medio siglo.
Junto con Caetano Veloso, Gil se dio a conocer en la década de los 60, antes de cumplir los 30 años, como uno de los padres del tropicalismo, la vanguardia que fusionó la música popular y la bossa nova brasileñas con los sonidos modernos del rock y el pop. Los más de 50 discos del ganador de varios Grammys y de un Grammy Latino superan los cuatro millones de ventas.
Su single “Aquele abraço” (Aquel abrazo), publicado en 1969 cuando Gil partía al exilio, se convirtió en un símbolo de la lucha contra la dictadura (1964-1985).
El exilio anglosajón le sirvió a Gil para enriquecer su repertorio con nuevas influencias gracias al contacto con los Beatles y los acordes de Jimmy Hendrix.
El compositor volvió a Brasil en 1972. Más adelante abrazó también el reggae de Bob Marley, de cuyo éxito “No Woman, No Cry” hizo una célebre versión en portugués (“Nao Chore Mais”).
Gilberto Gil nació en 1942 en el interior del estado de Bahía, en el noreste. En Bahía se inició también en la otra actividad que marcó su biografía: la política.
En 1988 fue electo concejal municipal en Salvador de Bahía, y cuando venció su mandato, no pudo resistir la tentación y aceptó el llamado del presidente Luiz Inácio Lula da Silva para convertirse en su ministro de Cultura, desde donde el artista intentó seguir fomentando las expresiones culturales de la periferia y abogó también por la despenalización de las drogas.
En 2016 estuvo invitado de honor en el estadio Maracaná con su himno carioca “Aquele abraço”, que abrió los primeros Juegos Olímpicos sudamericanos.
Desde septiembre del año pasado, cuando fue internado por un problema de hipertensión arterial, el músico bahiano, padre de ocho hijos con tres mujeres distintas, tiene algunos problemas de salud. “Ya estoy preparado, por respeto a mis hijos”, aseguró en mayo respecto a su testamento.