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cesar.huerta@eluniversal.com.mx
Ofelia Medina ríe cuando se le pregunta si, como dice el realizador Jorge Fons (Rojo amanecer), cuando a gente de su edad se le comienzan a dar premios, es porque la están “cafeteando”, definición en broma para la gente que consideran pronto morirá.
“¡Indudablemente es eso!”, exclama en su camerino de buen humor.
La yucateca de 67 años está celebrando cinco décadas de carrera y este martes recibirá el Mayahuel de Plata, máxima distinción otorgado por el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), el certamen fílmico más añejo del país.
El galardón se lo entregaría Diego Luna, a quien conoció aún antes de nacer al ser amiga de Fiona Alexander, mamá de El Charolastra y quien murió cuando éste tenía tres años de edad.
“Él es como mi familia, ahí estuvimos cuando nació”, recuerda.
“Me dicen que es un premio, ¿premio a qué? Bueno, ¡son 50 años, que para mí han sido una sorpresa!”, exclama la actriz mexicana.
Como directora. Medina recuerda que tenía 11 años y tres de experiencia en la danza cuando conoció al realizador Alejandro Jodorowsky (El topo y La montaña sagrada). “Desde niña supe que mi mundo era el escenario, pero no como actriz, fue después que descubrí que lo mío era la actuación y mi papá era conservador”.
No ardió troya, pero en aquella época no había discusión, dice que “era de ‘como yo digo, es así’. Así que tuve que independizarme; para mi papá era inaceptable, aunque mi madre siempre ha sido cómplice”.
Como un deseo por medio siglo en la actuación, espera poder dirigir Tortilla, que sería su ópera prima, bajo la producción de su hijo David Phillips.
“Es la historia de un niño maya que busca a su padre”, adelanta. “En Yucatán la migración y la salida de los papás es lo más común, entonces, los niños tienen que volverse su propio padre, hacerse grandes y responsable de sí mismos desde muy pequeños”.
Medina comenta que el Fidecine (coordinado por el Imcine), le negó el financiamiento, pero eso no la desalentará para concretar su película.
Y este año espera el estreno en cines de Ni un minuto que perder, película en la cual interpreta al mismo personaje que encarna Ana Serradilla, pero 30 años en el futuro.
Aun con algunos momentos de penurias económicas, la actriz asegura que el medio la ha tratado bien.
Uno de los afortunados momentos fue cuando de teatro brincó a la televisión en pocos minutos, para ser protagonista de Lucía Sombra, telenovela de 1971, en la que trabajó con Andrea Palma y Víctor Alcocer, dos monstruos de la época.
“Estaba entonces haciendo El verano y estaba como actriz una de las hijas de Ofelia Guilmáin. Ofelia me vio y me preguntó si quería hacer televisión; dije bueno, para ganarme la vida.
“Fui a Televicentro, me presentó a Luis de Llano y Emilio Azcárraga y a los pocos minutos me dijeron: bueno, aquí están los libretos de una novela que se llama Lucía Sombra, pregunté qué personaje haría yo y me dijeron, ese, Lucía Sombra, de la noche a la mañana fui ella”.
El teatro, su otra pasión. Ahora Ofelia forma parte del elenco de Mamá por siempre, comedia donde al lado de Manuel Ojeda se cuentan las vicisitudes de un hijo con su madre.
“Generalmente no me identifico con mis personajes, pero con ésta sí porque como mamá soy muy parecida: una mujer que se mete en todo y al pobre hijo lo trae azorrillado y creo que fui así. No... sigo siendo (risas). Cuando mis hijos vieron la obra, me dijeron: ‘oye, te lo escribieron sabiendo cómo eras’”.
Y contrario a lo que ahora muchas actrices hacen, Ofelia no llevaba a sus hijos a los set de trabajo o al teatro.
“Para qué, si uno no los puede ni pelar, los hijos en su casa, con su abuela; cuando uno está filmando, no se piensa en otra cosa (que trabajar)”.