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Es un hecho que la Ciudad de México no está lista para las bicicletas. El robo de este transporte es latente, aunado a la falta de cultura víal que provoca accidentes. Con todo, decidimos dar un paseo en este medio.

Lo lamentable fue advertir, desde la primera rodada, cómo nos privamos de una grata experiencia, de esa relación intrínseca al ejercitarnos que se potencia mientras disfrutamos nuestras calles, sus sonidos y matices.

Hay tres zonas de la urbe en la que se ha priorizado el respeto a los ciclistas y por tanto son más viables para usar este medio de transporte: Roma-Condesa, Polanco y Centro, todas ellas que cruzan con una gran arteria de Avenida Paseo de la Reforma.

En ellas, con sus señalizaciones, ciclovías y cicloestaciones, quienes se mueven en dos ruedas suelen coexistir con autos en resultados tan alentadores como insuficientes. Eso comprobamos con un sobresalto al escuchar un claxón de quien no entiende —o ignora— que una bicicleta puede ocupar completo el carril derecho.

Como ciclista hay que estar alerta a lo que ocurre, incluso de quienes, con el mismo medio de transporte, no respetan señalizaciones, ni altos, ni el sentido de la vía, ni a los peatones.

Aún así uno llega a un museo o restaurante con una sonrisa producto de a esa comunión poco frecuente del ciclista con los recovecos de su ciudad. Es una sensación de victoria.

Ese logro engloba lo que te invitamos a emular en vacaciones. Lejos del tránsito y los convoyes del metro acalorados, aprovechar las calles menos transitadas y las ofertas para divertirte es algo que debes intentar.

Polanco. Oasis verdoso dentro de la ciudad

Cuando Polanco comenzó a erigirse como parte de la urbe se decidió que su arquitectura llevara el sello del estilo colonial californiano: que privilegia el uso del automóvil y grandes áreas verdes. Eso es notorio mientras tomamos la bicicleta a una velocidad moderada, entre calles que llevan nombres de humanistas, filósofos y escritores.

En general, los conductores en Polanco respetan al ciclista, además, existen áreas para dejar la bicicleta (hasta un “hospital” en Campos Eliseos), si bien parece haber menos cicloestaciones de Ecobici.

El inicio de nuestro recorrido se da en el Museo Tamayo (Reforma 51) que alberga la exposición Los parques de Noguchi, centrada en la visión de uno de los escultores más importantes del siglo XX sobre parques infantiles y el espacio público. Es una experiencia que emulan decenas de niños que juegan en un columpio gigantesco colocado justo detrás del recinto.

Cerca de ahí se halla la Sala de Arte Público Siqueiros ( Tres Picos 29) que alberga dos muestras: el proyecto fachada Crótalos de Ramiro Chaves, quien divaga sobre el uso de la X en la simbología mexicana. Y Hoy también fue un dia soleado, dedicado a 1968 e incluye una gran escultura, un video y un telar realizado por artesanos in situ.

Salir de este recinto te lleva a dos experiencias posibles, dirigirse a Masaryk —una opción puede ser la galería gratuita López Quiroga (Horacio 714)— o al área de restaurantes en Virgilio. Si quieres pedalear y tu presupuesto es más moderado entonces ve a Mercado Molière, en el recorrido disfrutarás de la arquitectura, te dejarás sorprender por tiendas y un ambiente agradable.

¿Quieres más? El Teatro Molière presenta la obra Dirty Dancing.

Centro. Observa la historia mientras conduces

Andar en bicicleta en el Centro Histórico no es algo que pueda describirse fácilmente. Muchos autos y gente, sí. Pero también calles empedradas que te conducen una tras otra por edificios históricos que tienen mucho que decir.

El recorrido lo iniciamos en el Museo de Memoria y Tolerancia (Juárez 8), en donde destaca la exposición Martin Luther King Jr. Un sueño de igualdad, que retrata la lucha de este humanista, encaminada a la realización de un sueño de la equidad.

Al salir, la ciclovía de Juárez es de gran ayuda pero cruzar Eje Central Lázaro Cárdenas y doblar a 5 de Mayo tiene su dificultad. Ahí vale detenerse en el Museo Nacional de Arte (Tacuba 8). Puedes andar a pie y tomar algo fresco en Museo Mexicano del Diseño (Madero 74), contemplar el pasado en el Museo Nacional de las Culturas (Moneda 13) y muchos otros. ¿Hambre? Nosotros elegimos Azul Histórico (Isabel la Católica 30) y para el postre (un trípoli) la panadería árabe Helus (Salvador 157).

Tu paseo puede enriquecerse con un café en Regina y una obra en el Centro Cultural (Cuauhtémoc 19).

Roma-Condesa. Experiencia multisensorial

Esta ruta combina cultura, sabor y arte. El circuito Roma-Condesa quizá es el más adecuado para ciclistas y ofrece una mezcla perfecta para satisfacer todos los antojos.

Nuestro pedaleo comenzó directo en el Bazar Fusión (Londres 37) en donde —por cierto— este fin de semana habrá una edición dedicada a las artesanías, accesorios y piezas únicas bordadas a mano.

Lo ideal para calmar el apetito es La Papa Guapa (Orizaba 4), cuya sucursal invita a romper la dieta gracias a una rica papa al honro con ingredientes como tocino, champiñones, pollo, carne y hasta con vegetalesa.

Con el estómago lleno, nos perdimos en el Museo del Objeto del Objeto (Colima 145) en donde además del acervo de empaques, envases, anuncios, exhibidores y más, destaca la muestra Erotismos: La vida íntima de los objetos.

¿Buena rutina? La mejor forma de saciar tu sed es con alguna de las bebidas o helados en el Helado Oscuro (Córdoba 223), que combina clásicos sabores y otros más elaborados por ellos mismos. ¿Nuestro favorito? El de naranja. Procura evitar alguno con alcohol.

Si después te dan ganas de pasar a comprar tus frutas y verduras de la semana, el Mercado Medellín. Nosotros rematamos en el Cine Tonalá, aquí podrás desde cenar en forma y, si aún tienes energía, ver su cartelera disfrutar una cinta.

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