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Treinta años pasaron del momento en que la ciudad de México se paralizó. El 19 de septiembre de 1985 un sismo no sólo cimbró edificios emblemáticos y miles de hogares, sino que paralizó a los ciudadanos. Pero pasado el temblor, esas mismas personas no dudaron ni un minuto en unirse para ayudar.
Entre esa gran brigada que apoyó a los bomberos y rescatistas estaba un grupo de famosos que sin importar su nacionalidad se sumaron a una sociedad civil dispuesta a salir adelante ante la tragedia de la naturaleza. Una de sus integrantes fue Gloria Mayo, quien se unió al llamado del tenor Plácido Domingo, a quien recuerda en camiseta tratando de encontrar a sus familiares entre los escombros de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco.
“La primera etapa —recuerda Mayo— fue cuando llegamos a la zona pero ni siquiera había paso para entrar a ayudar, encontrar a la gente que estaba atrapada y poder identificar a los que habían podido salir.
“La segunda etapa, la comida que llevamos a todos los entrados en las labores de rescate, pero lo más impactante fue enterarme de las muertes de compañeros en los edificios de Televisa”, expresó.
Para Mayo, el hecho de reunir a niños que estuvieran perdidos de sus familias, a señoras en crisis o reunirse en las inmediaciones de la ANDA para salir a Tlatelolco en una comisión para llevar comida, fue tan sólo un granito de arena en comparación a la devastación que sus ojos veían.
Cuando a la cantante María Medina le avisaron del temblor se encontraba en su casa de Miami, por lo que corrió a prender su televisor y se dio cuenta que la comunicación era casi nula. “Logré ver que entró (al aire) Jacobo Zabludovsky e inmediatamente tomé un avión, me regresé al día siguiente a México y recuerdo que veníamos viendo en el avión cómo se veía la ciudad”, dice la ganadora del Festival OTI en 1983.
Al reportarse en Televisa, ya se estaban armando los grupos para salir a apoyar y a ella también le tocó en el que fue dirigido por Plácido Domingo. Así llegaron al CONALEP (ubicado en la calle Iturbide, del centro del DF) y se encontraron con los papás que estaban desesperados por saber de sus hijos.
“Mi función era la de tratar de tranquilizarlos porque ni siquiera querían tomar un poco de café o cubrirse; pero no podían enfermarse porque no había camas y fueron muchas horas desesperantes”, cuenta.
“Lo demás ya me tocó en San Antonio, Texas, donde canté en un magno concierto donde asistieron muchos artistas; me acuerdo que iba en el avión platicando con Talina Fernández, que fue conductora, y entre todos recaudamos fondos”.
En su mente nunca se va a ir la imagen de cuando vio destruido lo que había conocido como Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco o la ventana de un departamento en la que una cortina se movía por el viento. “Decía: ‘esto no está sucediendo’. Pareciera que fuera un set, que era una ilusión, que no era real”.
Héroes anónimos. En esos momentos no importaba si alguien era o no famoso porque era tal la solidaridad que lo importante era salvar vidas, aunque Medina afirma que de alguna manera su presencia aportaba una esperanza.
“Sentían que esas personas a las que normalmente no tenían acceso estaban junto a ellos abrazándolos, hablándoles con amor, convenciéndolas de que se cuidaran. Era sumamente difícil para la gente que estaba sacando cuerpos y escombros pero era un consuelo que tú tomaras los datos que te estaban dando o las fotos de sus familiares, ellos confiaban en nosotros”, dice la cantante.
En el inicio de su formación con La Maldita Vecindad, Pato, su guitarrista, fue a hacer labores de rescate en el edificio de Rockdrigo González, una de las vidas que se perdieron.
“A nosotros nos tocó el zangoloteo. Alguna vez tuve la oportunidad de conocer a Rockdrigo y me tocó ir a donde vivía; en el segundo temblor, el viernes por la noche, estaba en las inmediaciones de la Juárez en las labores de rescate, fue terrible; la ciudad estaba de luto, se sentía un ambiente de muerte y destrucción”.
Esas escenas de dolor y de tristeza hicieron que los ciudadanos despertaran, opina Pato. Desde su perspectiva a cambio de eso surgió un gran compañerismo y hermandad que nunca se había visto y que, reflexiona, rebasó al gobierno.
“Ahí encontré lo que los mexicanos somos que es un gran pueblo solidario, sensible, cooperativo y que acudió a rescatar y a reconstruir la ciudad independientemente de las autoridades. En nuestro caso participamos en conciertos de solidaridad para recaudar víveres, en brigadas de apoyo donde íbamos a estos centros de refugio para los damnificados que se quedaron sin casa, sin nada”.