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El estilo del estudio Illumination, dedicado a la animación digital, se rige por directrices sencillas. Su humor es ingeniosamente simple y sus personajes están hechos con trazos elegantes. Destacan por ello los populares Minions (2015, Kyle Balda & Pierre Coffin), derivados de ese consistente mundo fundado en Mi villano favorito (2010, Coffin & Chris Renaud), que se amplió en Mi villano favorito 2 (2013, Coffin & Renaud). Ahora, para Mi villano favorito 3 (2017), que dirigen el equipo conformado por los directores Balda, Coffin y Eric Guillon, quienes no han perdido las riendas de la historia desde su primera entrega —gracias a los guionistas Cinco Paul & Ken Daurio—, sostienen con coherencia y solvencia la mitología del famoso Gru y familia (aquí al fin conoce a su hermano gemelo, Dru), para una aventura que combina ambigüedad moral con humor.
Según la convención de cintas de animación parecidas, hay una trama principal y otra secundaria, en este caso las peripecias de Gru en su fallido trabajo en la Liga Anti-Villanos. Así, se contraponen ambas situaciones para generar risas y drama familiar. Por supuesto, los minions acaparan la parte humorística.
En la actualidad tan llena de secuelas, es una sorpresa conservar la narrativa planteada desde la parte uno. Aunque hay atisbos de fatiga en esta parte 3 —naturales en toda secuela—, Illumination, al mantener sencilla la propuesta, aún logra un divertido juguete visual que sigue de cerca la dramaturgia planteada por la trilogía Toy Story: desenvolver progresivamente la historia en cada entrega. Con ello confirma de nuevo que la vanguardia fílmica está en la animación.
En Tras la tormenta (2016), duodécimo filme para cine del sensible maestro Hirokazu Kore-eda, se exploran las frágiles relaciones del novelista caído en desgracia Ryota (un expresivo y siempre en agonía existencial Hiroshi Abe) con doliente incapacidad paterna y laboral (sobrevive de detective), que mantiene con su exmujer Kyoko (Yoko Maki), su hermana (Satomi Kobayashi) a la que sablea, su conmovedora madre Yoshiko (Kirin Kiki) y especialmente su hijo Shingo (Taiyô Yoshizawa), del que sin quererlo parece alejarse emocionalmente. Pero algo fuera de lo ordinario simbólicamente transformará la vida de Ryota.
Kore-eda nunca da una sola nota falsa (en su estilización un error de tono o una exageración o una escena mal concebida afectarían el resultado); erige el filme minuciosamente con una serie de sutilezas cuyo resultado final es una intensa exploración de la paternidad, lo efímero de la felicidad asequible y la resignación como emoción íntima o comprensible herida. Una película extraordinaria.
En Viene de noche (2017), segundo filme del prometedor Trey Edward Shults, tras su celebrado debut Krisha (2015), una epidemia devasta la humanidad. La familia conformada por Paul (Joel Edgerton), Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (Kelvin Harrison) se aísla en el bosque. De súbito aparece otra familia, Will (Christopher Abbott), Kim (Riley Keough) y el niño Andrew (Robert Faulkner). Ambas familias conforman un juego simétrico donde la desconfianza y la violencia se vuelven pálpitos constantes; una situación que estalla en paranoia pura. O en el apocalipsis tan temido. Cinta que suma tensiones y se sostiene exclusivamente en las actuaciones y la atmósfera interior/exterior (gracias a la ágil fotografía de Drew Daniels), es un brillante ejercicio de terror psicológico; una notable cinta de miedo sobre lo más oscuro del alma humana.