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Entre 1989 y 2001, con 242 episodios, agrupados en 11 temporadas, la teleserie creada por Michael Berk, Gregory J. Bonann y Douglas Schwartz, Los guardianes de la bahía, se convirtió en un fenómeno para adolescentes.
Trataba sobre las aventuras del salvavidas Mitch Buchannon (David Hasselhoff) que cada nueva temporada entrenaba nuevos reclutas. Por supuesto, destacaban las siempre atractivas guardianas encabezadas por C. J. Parker (Pamela Anderson); otras que aparecieron en la famosa revista Playboy también participaron. Sus aventuras incluían un poco de todo con algo de comedia, algo de policial, algo de comentario social. Y abundante cámara lenta para mostrar a las mujeres corriendo por la playa enfundadas en un atractivo traje de baño
Serie que nunca fue de culto, al ser demasiado banal, parecía imposible de filmarse. Sin embargo, en el Hollywood contemporáneo por lo visto puede reciclarse hasta la basura más infame. Para ejemplo, Baywatch / Guardianes de la bahía (2017), cuarto churro al hilo para cine del conocido TV-productor Seth Gordon. Aquí Mitch Buchannon (Dwayne Johnson) recluta como nuevo guardián a Matt Brody (Zac Efron, haciendo de payaso al que todos abofetean para provocar risas). De nuevo aparece C. J. Parker (Kelly Rohrbach) en una historia, por supuesto policiaca, medio enredada, llena de esa morcilla que es sumar chiste tras chiste de todo tipo como si se estuviera improvisando. Pero mal. A la larga es un cóctel insatisfactorio, con diálogos, travestismos, bromas sexuales, escotes pronunciados, trajes de baño ajustados y carreras en la playa en cámara lenta, que se creen graciosos sin serlo. Requería de ironía no de acumular tantas sangronadas.
En la parte “emocionante”, pero caricaturesca, aparece la malosa Victoria Leeds (Priyanka Chopra) confirmando que esta diminuta cinta es un gran bodrio. El carisma de sus protagonistas no la sostiene. Porque todo es inepto desde los planos iniciales, la absurda vida en la playa, la forma en que son presentados los personajes (incluidas las “apariciones” de Hasselhoff y Anderson). Tan mal es el primer acto, que lo que sigue confirma estar ante un desastre sin pies ni cabeza.
Afortunadamente, un par de comedias muchísimo más inteligentes salvan la semana. Un hombre gruñón (2015), noveno filme del notable sueco Hannes Holm, cuenta la vida de Ove (Rolf Lassgård, espléndido), hombre profundamente amargado que ante una circunstancia peculiar recupera su gusto por la vida.
El estilo de Holm consiste en crear un largometraje híbrido, de tono agridulce, que fusiona con éxito melodrama y humor negro. Ove tiene un pasado que define su misantropía, la que expresa con palabras e ideas, tan conmovedoras como hilarantes.
Holm hace un cine sencillo, sin alardes ni enredadas payasadas; cuenta con eficacia y sin concesiones cómo son los sentimientos en carne viva. Una entretenida cinta de buen gusto, profunda y refrescante.
Por último, Ella es un monstruo (2016), cuarta cinta de Nacho Vigalondo, y su primera gran obra cinematográfica, es de ésas donde la originalidad resulta auténtica. Una comedia sobre el abandono y el desamor vivido por Gloria (Anne Hathaway, sensacional de principio a fin a pesar de su anacrónico flequillo), que se mezcla con película de monstruos tipo Godzilla. Tras su aparente insignificancia esconde la condición “colosal” del título original.
Cinta que mezcla acertadamente sus géneros, hace alarde de una estilización visual que juega tanto con lo cotidiano como con lo fantástico.
De verdad entretenida.