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christian.leon@eluniversal.com.mx
Se dice que el éxito es subjetivo, pero en Hollywood la definición de esta palabra siempre va acompañada de los millones de dólares que genere —o pierda— cada filme en taquilla, independientemente de los valores de calidad que posea.
Hay filmes íntimos, “pequeños”, con presupuestos modestos que han logrado una buena recepción, en parte al llamado “de boca en boca” (además de obtener nominaciones a distintos premios), que les han generado millones.
Esto es algo que se puede ver en cada nuevo proyecto de Quentin Tarantino, quien en 2003 y 2004 lanzó Kill Bill Vol. 1 y Kill Bill Vol. 2, cintas que costaron 30 millones de dólares cada una y que en taquilla obtuvieron 180.9 y 152.1 millones de dólares respectivamente.
Una situación similar está sucediendo ahora con La la land, la nueva película de Demian Chazelle (Whiplash), quien tras su buena recepción y a poco más de un mes de su estreno en Estados Unidos ha reunido a nivel global 230 mdd.
El largometraje, filmado enteramente en Los Ángeles, tuvo un costo de producción casi del 10% de lo que lleva recaudado. Tiene, además, 14 nominaciones al Oscar.
Así, la película protagonizada por Emma Stone y Ryan Gosling ha tenido los mismos e incluso mejores resultados que Blockbusters de verano como Día de la independencia, cuya producción fue de 170 mdd y recaudó en su corrida 380 mdd, es decir, tuvo una ganancia de 210 mdd, cuando La la land, que costó apenas 30 millones de dólares, ha obtenido más de 200.
En México, la película lleva dos semanas en cartelera y, sin contar con unas gran publicidad en tv, radio o redes, ha llevado a más de 300 mil mexicanos —equivalente a 23.9 millones de pesos— a las salas nacionales para ver esta historia de amor al estilo del viejo Hollywood.
Tener grandes presupuestos no siempre asegura que el proyecto sea un hitazo en taquilla, de hecho, se corre más el riesgo de que si no es bien recibida, termine por hundir la carrera del actor, director o del estudio.
Para muestra, Alicia a través del espejo (2016) que, aun cuando obtuvo una taquilla de 299 mdd, el alto costo que generó producirla (170 mdd) y el despliegue de marketing para promoverla hizo que al final la película de Tim Burton no fuera exitosa para Disney.
Con Deadpool ocurrió lo contrario: la cinta que pertenece al universo Marvel fue modestamente creada por Twenty Century Fox y, al tener a un personaje outsiders del comic, sólo contó con 50 mdd para su realización.
El largometraje protagonizado por Ryan Reynolds fue la sorpresa del verano al recaudar a nivel mundial 782.6 mdd, lo que aseguró su secuela.
El negocio. Cuando un gran estudio decide apostar cifras estratosféricas de dinero en un proyecto, no lo hace pensando sólo recuperar, sino en ganar y mucho.
Se considera que un filme con buenas ganancias tiene que recuperar por lo menos el 50% más de lo que costó producirla, aunque reunir esta cantidad no signifique que sea exitoso para el estudio.
Un ejemplo de esto es Passengers, filme de ciencia ficción con Jennifer Lawrence y Chris Pratt a la cabeza que costó 110 millones y, al menos, 50 más de publicidad.
De acuerdo con Box Office Mojo, la cinta recuperó en taquilla 289 mdd, con lo que cubrió el costo de producción y 129 millones más.
El lado menos prolífico se dio con la nueva versión de Ghostbusters, protagonizada por Melissa McCarthy y Kristen Wiig, que tuvo un presupuesto de 144 mdd, más unos 60 de publicidad, es decir, 204 mdd.
La cinta de Paul Feig tenía que recuperar el costo de producción más el 50% que costó, es decir 306 mdd, lo cual no sucedió, pues el filme consiguió a nivel mundial 229 mdd, lo cual desechó la posibilidad de que se hiciera una trilogía de estas cazadoras de fantasmas.
Ninguno de estos casos se compara a los “fracasos” que hacen tambalear a un estudio, como sucedió en 2012 con Disney y su cinta John Carter, para la cual invirtió 250 mdd y al menos 70 en promocionarla. ¿El resultado? 284 mdd a nivel global; el estudio no logró recuperar su inversión y la empresa tuvo que hacer algunos despidos.