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El novelista anglo-estadounidense Patrick Ness escribe literatura para jóvenes con la idea fundamental de crear un escape de la realidad, que él considera sobresaturada, asfixiante.

El libro que puede considerarse su mejor trabajo hasta la fecha es Un monstruo viene a verme (2016), convertido, con guión de él mismo, en la tercera película para cine del sólido estilista multinacional J.A. Bayona, tras El orfanato (2007) y Lo imposible (2012).

A pesar de su base literaria, esta cinta de Bayona se parece mucho a otras escapistas de niños con mascota o amigo peculiar, como Mi amigo el dragón (2016, David Lowery), o ese Buen amigo gigante (2016, Steven Spielberg).

De hecho debería llamarse Mi buen amigo el monstruo.

Similar a sus inmediatos modelos previos, acaso menos afortunados, la cinta de Bayona anima un árbol y lo vuelve símbolo de lucha interna para que el pequeño Conor (Lewis MacDougall, extraordinario) enfrente su terrible realidad. Una dividida en dos espacios, cada uno igual de angustiante: la escuela (con el abuso hacia su persona por parte de sus compañeros) y el hogar con su enferma mamá (Felicity Jones, quien busca evitar encajonarse como figura de acción de Star Wars). Así, la única forma que tiene Conor de luchar es con su “mascota” fantástica y un tanto aterradora (notable voz en inglés de Liam Neeson).

Bayona dirige con una suntuosidad carente de pretensiones aunque deja que los efectos visuales dominen la historia, que hábilmente reconcentra en el mundo y la psique de Conor. Asimismo, con una concisa dramaturgia melodramática, para un Hollywood afecto a repetirse a cada instante, le da una lección al mismísimo Spielberg sobre cómo llevar a la pantalla un difícil libro juvenil sin quitarle un ápice de su imaginación original.

También sin perderse en el camino con algo que no es realista pero que resulta verosímil. Un buen estreno que disfrutarán por igual niños y adultos.

Ahora bien, xXx: reactivado (2017), décima incursión para cine del churrero de altos perfil y presupuesto D. J. Caruso (Paranoia, Control total), tras su increíblemente mediocre El ático (2016), representa el regreso a la franquicia que mezcla los clichés del espionaje con la estética de un comercial para adultos de deportes extremos inverosímiles.

El coctel se sirve con una ultra-complaciente trama donde se reparten trancazos y balazos para que se luzca de nuevo Xander Cage (Vin Diesel, ya un estereotipo idéntico a sí mismo gracias a esta franquicia y la otrora exitosa Rápidos y furiosos).

Xander aparentemente murió, o se jubiló, en xXx (2002, Rob Cohen), porque en xXx: estado de emergencia (2005, Lee Tamahori) fue habilitado otro agente. Pero ahora “resucita”, gracias al estridente y predecible guión de F. Scott Frazier, y es imparable al proveer un festín de persecuciones en busca de un objeto que, ¡pero por supuesto!, desatará el siguiente apocalipsis. Así que Xander, gracias a su mentor Augustus (Samuel L. Jackson), vive una fantasía macho alfa que exige su lucimiento, tanto al enfrentar a Xiang (la estrella de acción en películas orientales de artes marciales Donnie Yen) como al conocer a las bellezas (Deepika Padukone, Nina Dobrev, Ruby Rose, Hermione Corfield) que no se sabe si son compra rosas de la historia o simple decorado. Algo chistoso en su propuesta tiene esta ridícula película: ya no habla de patriotismo sino de rebeldes y tiranos, con lo que más o menos da cuenta del panorama político actual. Una pena que Caruso no haya explorado lo que esa línea irónica sugería. Prefirió hacer con pesada mano un violento pastiche.

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