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Nueva York.—En una charla abierta al público y estudiantes de cine, Pedro Almodóvar emocionó al auditorio del MoMA en donde habló de su carrera y su proceso artístico contando anécdotas tan entrañables como que no podía creer que era un cineasta hasta que en 1988 fue nominado al Oscar por su película Mujeres al borde de un ataque de nervios y al llegar a la aduana estadounidense puso por vez primera que su profesión era cineasta y no auxiliar administrativo.

“Cuando llegué a Madrid eran tiempos difíciles, la escuela de cine estaba cerrada y yo no tenía nada. Lo único que sabía es que quería dedicarme a hacer películas y que era una necesidad casi fisiológica. No pensaba en dinero, ni en ser famoso, pensaba exclusivamente en que quería que mi trabajo fuera el de alguien que cuenta historias. Me sentía muy humilde respecto a lo que es el arte con mayúsculas. Durante todos los años 70 y hasta que empecé a hacer cine trabajé como auxiliar administrativo en la empresa telefónica de mi país y lo dejé en 1981 para hacer Laberinto de pasiones, pero tardé mucho en asumirme con un director de cine, me llevó mucho tiempo creérmelo”, contó Pedro a un auditorio lleno de gente joven de todas nacionalidades.

Para Almódovar, Estados Unidos fue siempre un lugar liberador, sobre todo en la época del franquismo.

“A finales de los 70 vine con un grupo de artistas a una exhibición en el Guggenheim porque era amigo de uno de los que exponían ahí. Fue algo muy grande porque en ese entonces no se hacían muchas exhibiciones fuera de España, estábamos secuestrados por nuestro dictador. Cuando nos liberamos de ese monstruo llamado Franco y llegó la democracia vino una explosión de toda clase de libertades. Yo viví La Movida (el movimiento cultural pop madrileño de finales de los años 70) a profundidad pero me salvó la vida el querer hacer películas porque, aunque estaba inmerso en la noche madrileña, tenía una cierta disciplina que me obligaba a parar y a tener más conciencia”, recordó el director que en los 80 desafió todos los cánones del cine español y creó filmes llenos de colorido y personajes transgresores.

Para él, la línea que existe entre la libertad de expresión y la falta de respeto es muy fina y siempre es un riesgo cruzarla. Y es que los filmes de Pedro se caracterizan por bordear esos límites.

“Cuando estoy escribiendo soy completamente libre, no es que lo sea así en mi vida privada pero sí lo soy cuando creo y filmo, aunque también soy consiente de que hay muchos temas que rozan la línea entre la ofensa y la grosería e intento ser cuidadoso para no cruzarla”, explicó.

Almodóvar también cree que el cine es un oráculo y que los temas que se ven en la pantalla grande son los que están por vivirse. “Me gusta la tesis de que el cine tiene un poder premonitorio del espectador y busco que mi cine sea un espejo en el que el público se pueda ver reflejado, conecte con mis personajes y se sienta parte de mis historias”, aseguró.

El cineasta al que esta ciudad le rinde homenaje está punto de estrenar Julieta en EU, una película que iba a ser protagonizada por Meryl Streep pero que al final se filmó con actrices españolas en Madrid y en castellano.

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