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christian.leon@eluniversal.com.mx
Hace tres décadas las vedettes tenían el mundo a sus pies. Los reflectores, el dinero, las relaciones fugaces con personalidades de la política, el deporte o la farándula eran su día a día.
Los regalos costosos, las suites en los mejores destinos del mundo y una vida de lujo, parte de su realidad. Hoy eso cambió para la mayoría de ellas, tal y como lo muestra el documental Bellas de noche, que estrena hoy.
El trabajo de María José Cuevas muestra como para Olga Breeskin, Lyn May, Rossy Mendoza, Wanda Seux y Princesa Yamal los reflectores se apagaron, el tiempo pasó y a cada una de ellas les deparó un destino distinto.
Olga pasó de ser una de las máximas estrellas de las marquesinas nacionales a caer en las drogas, mudarse del país y quedarse en la ruina económica, algo que hoy dice no le avergüenza, porque le demuestra cuan soberbia era.
“Creí que era la mejor artista de México, me fui en los 90 creyéndome la mejor y en Las Vegas la pasé mal, hasta que en 2005 todo en mi vida colapsó y me quedé sin nada, sin dinero, ni casa en la que vivir, mucho menos auto. Hoy me he dedicado a predicar la palabra del Señor y eso me ha mantenido feliz y viva”, señaló Breeskin.
Olga no es la única que padeció estando en la cúspide de su carrera, Princesa Yamal fue acusada en los 80 de ser parte de una banda criminal que en aquella época cometió un robó al Museo Nacional de Antropología.
Tras ser detenida y figurar en todos lo titulares, pasó dos años en prisión por un delito que argumenta no cometió. A partir de ese suceso, reconoce, su carrera jamás se recuperó.
“Fue un injusticia, estaba pasando la mejor época de mi carrera, todo iba en ascenso y después de eso nada volvió a ser igual, tengo esa sensación de que quienes me acusaron acabaron con mi carrera, apenas estaba en ascenso, aún quedaba mucho por hacer y eso ya nunca pasó”, dijo Yamal.
Lyn May conoció a su esposo cuando era una de las caras y cuerpos más famoso de los teatros y las películas de ficheras, estuvo casada por más de 20 años hasta que su esposo falleció, algo que derrumbó su higiene mental, al grado de desenterrar a su cónyuge.
“Fueron tiempos complicados, me negaba a aceptarlo, incluso lo desenterré y durmió por unos meses en mi cama, hasta que mi madre me hizo ver la realidad”, dijo.
Rossy Mendoza ha tomado la vida de otra manera, aunque reconoce que ya no son las mismas de hace décadas, ella sigue bailando, cantando y en su tiempos libres escribió un libro que espera poder publicar pronto, en el cual habla sobre metafísica.