Mario Almada, quien fue uno de los reyes del cine de acción y western mexicano, y además se desempeñó como director, productor, guionista y actor, consideraba que el amor por el cine era parte de él.
Además de hacer una famosa dupla con su hermano, Fernando Almada, el otro rey del género, se consagró como actor en solitario participando en filmes de acción y dramáticos.
De acuerdo con una entrevista que forma parte del libro Cine Mexicano del 70: La Década Prodigiosa, segundo material en solitario del periodista e investigador Fabián Polanco, Mario nunca pensó en ser actor.
"Fui agricultor durante 30 años allá en Huatabampo, Sonora, mi tierra natal. Me fui a la Ciudad de México a trabajar con mi padre a un night club, el mejor que había ahí, llamado Cabaret Señorial. En él se presentaron Nat King Cole, Sammy Davis Jr., los mejores del mundo".
"En esos momentos mi hermano Fernando ya estaba en el cine, y el centro nocturno fracasó por culpa del regente Ernesto P. Uruchurtu, que era muy duro; nos hacía cerrar a la una de la mañana. ¿Te imaginas? De las 11 de la noche que se abría, a la una de la mañana ¿qué se podía hacer? Tronó el negocio".
En la década de los 70, Mario formó parte de los elencos de varias películas de diversos géneros, algo heroico si se toma en cuenta que el cine atravesaba por una transformación completa, pues la producción privada estaba perdida y la correspondiente al Estado era un tanto progresista.
Entre esos géneros destaca el western, mismo que se adaptó a la idiosincrasia nacional generando muchos adeptos.
"Jalaba mucha gente este género, llenábamos los cines y agarramos esa línea. Después nos metimos a las cosas de los narcos, de los balazos.
"Pero siempre contra los malos. Una de ellas la hicimos por necesidad, La banda del carro rojo (México, 1978; Rubén Galindo); pero en todas las demás éramos siempre autoridades contra el crimen, contra el narco", precisó.
A pesar de su triunfo, Mario y Fernando también fueron objeto de diatribas por parte de la crítica y del público, que censuraban sus películas ante los excesos de violencia y escenas "subidas de tono".
Otro proyecto muy importante de su filmografía fue La viuda negra (México, 1977; Arturo Ripstein), en el cual fue memorable la pareja que formó con Isela Vega, además de ser una historia que generó polémica en su momento.
"Dicen que es mi ‘manchita', pero no creo, porque fue una película muy buena. Estuvo en las ternas de las Diosas de Plata. Yo no sabía de qué iba a ser ese proyecto, te lo juro. Si lo hubiera sabido no la hago, porque era muy dura; era ir contra la religión. Estuvo enlatada mucho tiempo por lo mismo, pero fue una muy buena película, muy bien hecha por Arturo Ripstein", recordó.
En el libro Cine Mexicano del 70: La Década Prodigiosa, el primer actor Mario Almada calificó esta etapa dentro del cine mexicano "como una gran época, porque era muy buen negocio en ese tiempo. Sin embargo, vinieron los ‘piratas' y acabaron con todo.
"Han pasado varios sexenios presidenciales y ninguno ha podido hacer nada. Eso fue lo que acabó con la industria.
"Durábamos mucho tiempo en cartelera. Por ejemplo, Todo por nada estuvo fácil 15 semanas en un cine; y en Estados Unidos nos daban 15 salas para exhibirla. Entonces, el volumen es lo que ayudaba para hacer negocio, porque al productor le queda el 18 por ciento de las ganancias. Tiene que pagar lanzamiento, copias y toda la película.
"Ahora es muy duro conseguir el dinero, sobre todo en esta época que ya no hay ni salas para el cine mexicano", concluyó Mario Almada.
En su segundo libro, Cine Mexicano del 70: La Década Prodigiosa, el periodista Fabián Polanco realiza un viaje a esa década llena de rupturas y altibajos, a través de las conversaciones que sostuvo con actores y directores, que jugaron un papel importante en esa etapa del cine en México.
Algunas de las luminarias que aparecen en este libro son: Alfredo Joskowicz, Ana Ofelia Murguía, Carmen Salinas, Diana Bracho, Ernesto Gómez Cruz, Felipe Cazals, Fernando Allende, Gabriel Retes, Gonzalo Vega, Héctor Bonilla, Ignacio López Tarso, Leticia Perdigón, María Rojo, Mario Almada, Pilar Pellicer, Rafael Inclán y Sergio Olhovich, quienes con sus narraciones ayudan a comprender esa etapa del cine mexicano.
sc