Cine

Visiones fílmicas sobre el mal

Los estrenos de esta semana en la cartelera mexicana van del terror ficticio al más cruento

Ouija reto ma un elemento del filme de 2014 (FOTO: CORTESÍA)
19/10/2016 |23:08
Redacción El Universal
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La ouija fue un juguete propio del siglo XIX ampliamente utilizado en reuniones caseras para entretenerse con algo ligeramente peligroso. Nadie sabe exactamente a quién se le ocurrió la idea de esta tabla que se “comunica” con el más allá y atrae brevemente la presencia de los muertos.

Fue patentada y comercializada por un tal Charles Kennard alrededor de 1890. Este personaje dijo que la palabra ouija significaba “mala suerte” en egipcio. Afianzó con ello el éxito de este juguete para adultos.

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Quien heredó el tablero, William Fuld, dio otra explicación sobre el peculiar nombre, aunque no aclaró por qué se llama así. Según él, es la combinación de oui y ja: sí, respectivamente en francés y alemán.

Desde inicios del siglo XX ha cambiado de manos varias veces pero sin dejar de producirse.

Este tablero hace dos años inspiró el segundón debut de Stiles White, Ouija (2014), convencional filme que contaba cómo un grupo de adolescentes invoca espíritus en cuanto se topa con la tabla. Producido con apenas 5 millones de dólares, recuperó con creces su inversión. Ahora, Ouija, el origen del mal (2016), octava película para cine del escritor, productor, editor y director Mike Flanagan, alcanzando pasito a pasito una madurez estilística necesaria para este tipo de cintas, retoma un elemento del filme original y lo lleva a la década de los 1960. O sea medio siglo atrás del de White.

La historia es protagonizada por una viuda, Alice (Elizabeth Reaser), que para ganarse la vida hace fraudulentas sesiones espiritistas. La ayudan sus hijas Paulina (Annalise Basso) y Doris (Lulu Wilson), inconscientes de que usar el también conocido como “tablero de las brujas” implica abrir una puerta hacia algo diabólico que afecta principalmente a Doris.

Como en Somnia: antes de despertar (2016), Flanagan trabaja con el curtido fotógrafo Michael Fimognari, de buen ojo para crear atmósferas donde abundan los claroscuros. Por eso la película se mueve entre su perturbadora premisa y el gusto por reinventar con los elementos mínimos una historia sobre cómo el mal se instala en el seno de una familia atacando a su miembro más frágil. Flanagan provee un eficaz entretenimiento de minimalista atmósfera que hace tangibles al miedo y el mal.

Ora bien, un mal nada sobrenatural era el imperio que Pablo Escobar construyó traficando cantidades industriales de droga y lavando el dinero de dichas operaciones.

Ejemplo de ello es el caso real del policía estadounidense infiltrado Robert Mazur (Bryan Cranston, trabajando al personaje con auténtica sabiduría actoral), quien junto con su compañero Abreu (John Leguizamo) armaron peligrosamente en Florida en 1986 la Operación Escobar.

Cuarto filme del director Brad Furman, Operación Escobar (2016) es un intenso policial (preciso guión de Ellen Brown), basado en el libro autobiográfico de Mazur; se concentra en lo esencial: cómo es la vida de un infiltrado en la organización criminal más mortal de su tiempo. A pesar de ciertas fallas dramáticas que a veces bordean lo rutinario, es éste el filme mejor acabado de Furman, precisamente porque logra concentrarse en lo complicado del tema; maneja con suficiente realismo y solvencia la angustia existencial (sobre todo la violencia) que implica ser infiltrado.

Queda así esta película como una interesante exploración de los mecanismos internos del narcotráfico y su auge.

Además, describe, con minucia, la peligrosidad de un trabajo invariablemente en el filo de la navaja que es quedar bien con Dios al convivir con el diablo.