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Miss Peregrine y los niños peculiares (2016), largometraje 18 del últimamente irregular Tim Burton, con guión de Jane Goldman, experta en mutantes y personajes excéntricos tomados de otras fuentes (Kick Ass, X-Men, Kingsman), basado en la primera novela juvenil (de hasta el momento tres) escrita por Ransom Riggs, es una por supuesto peculiar historia con la que Burton regresa a su zona de comodidad: la cotidianidad de seres singulares, mezcla ahora de infantiles jóvenes Manos de Tijera (1990, Burton) que viven entre Sombras tenebrosas (2012, Burton) y Alicia, en el País de las Maravillas (2010, Burton), porque reciclan el tiempo en un bucle escapista de la historia con mayúsculas.

El en un inicio no tan peculiar Jake (Asa Butterfield), seducido por los Ojos Grandes (2014, Burton) de la literalmente etérea Emma (Ella Purnell), gracias a miss Peregrine (Eva Green) descubre cuán importante es para proteger esas criaturas, perseguidas por Barron (Sam L. Jackson), en un mundo alternativo ya no tan peculiar (después de la abundancia de Harry Potters, Crónicas de Narnia, Hobbits & Cia., Percy Jackson, et al., La brújula dorada y demás peculiaridades que les acompañan).

El “visionario” Burton queda rezagado ante su propia obra y la abundancia de fantasía contemporánea. Sostiene el filme gracias a su oficio, la calidad visual del fotógrafo francés Bruno Delbonnel, y al reparto que actúa con bastante gracia, opacada por los efectos especiales de rigor. Como que, a pesar de Burton, la imaginación de lo “peculiar” ya dio de sí.

La Bruja de Blair (2016), primer largometraje de distribución mundial aunque noveno en la carrera de Adam Wingard, cultivador de bodrios serie Z entre los que únicamente destaca su mórbido ejercicio de asfixiante violencia Tú eres el próximo (2011), retoma, nomás 17 años después, lo propuesto por El proyecto de la Bruja de Blair (1999, Daniel Myrick & Eduardo Sánchez). Simple pretexto para buscar, cámara en mano, a Heather, desaparecida en la versión original, Wingard tiene tablas suficientes para, con ayuda de la foto ligeramente estable de Robby Baumgarten, lograr la “novedad” de volver “peculiar” lo que ya incontables cintas de este subgénero híbrido de la docu-ficción han hecho en Actividades paranormales y su legión de imitadores y saqueadores. De no ser por esto, Wingard habría pasado por “original” esta innecesaria secuela que es la misma sopa del mismo chocolate. Su singularidad está en que renuncia parcialmente a lo visual para subrayar lo sonoro, un efecto desigual que da un resultado similar.

Horizonte profundo (2016), octavo filme para cine del ex actor, ahora productor y director de action films Peter Berg, basándose en un artículo de David Rhode & Stephanie Saul; cuenta lo sucedido en la plataforma petrolera del título durante abril de 2010: cómo se incendió y hundió, provocando la muerte de varios trabajadores y uno de los peores desastres ecológicos que arrojó millones de crudo al golfo de México. Igual que en algunos de sus filmes previos (El reino, Battleship, El sobreviviente), Berg subraya la actuación “peculiar” y la íntima solidaridad viril del trabajador petrolero Mike (Mark Wahlberg) en medio de un desastre descomunal.

Pero la metáfora del dinosaurio destripado en el fondo del mar, que por lo mismo se rebela, funciona en esta crónica sobre la familia y sus lazos. Filme sobre heroísmo, convertido en convencional espectáculo de disaster movie, quiere impactar nada más diciendo que está “basado en un hecho de la vida real”.

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