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El bebé de Bridget Jones (2016), tercera película para cine de Sharon Maguire, y secuela tres de la saga romántica a la fuerza de Bridget (Renée Zellweger en el papel que interpreta por nota, hecho a su medida, aunque con cada vez menor profundidad, menos gracia y más frivolidad), retoma al personaje de la novelista Helen Fielding en una circunstancia de supuesta madurez vital. Cada nueva entrega aumenta su tiempo en pantalla, a la vez que el personaje pierde contundencia y consistencia. Las situaciones son ya de fórmula. El diario de Bridget Jones (2001, Maguire) era una comedia nupcial. Bridget Jones, al borde de la razón (2004, Beeban Kidron) era una comedia de depresión post romántica (o post coital). El bebé… es una comedia maternal. Y como dice el lugar común, “no es lo mismo… que 20 años después”. Esta comedia de enredos, a veces ingeniosa (escrita por Fielding y sus coguionistas, Dan Mazer y la actriz Emma Thompson, además con un pequeño papel), reitera la torpeza existencial cada vez menos encantadora del personaje. ¿Qué seguiría después de esto? ¿El nieto de Bridget Jones?

No respires (2016) —tras su disparejo, violento y por momentos inspirado remake de Posesión infernal (2013)—, clásico del horror que filmara en 1981 el antes desmesurado Sam Raimi, es apenas el segundo largometraje del ambicioso uruguayo Fede Álvarez, haciendo de nuevo mancuerna con su coguionista de cabecera Rodo Sayagues. Especializándose en tramas con espacio claustrofóbico, Álvarez cuenta cómo Rocky (Jane Levy), con Money (Daniel Zovatto) y Alex (Dylan Minnette), intentan asaltar la casa de un hombre ciego (Stephen Lang), creyendo que será tarea fácil. Pero ignoran todo respecto a su víctima, o sea, están frente a un elemento impredecible. Álvarez hace un ejercicio de tensión dramática, bastante claro en sus observaciones sobre la codicia, la fragilidad humana y qué significa vivir en las sombras, principalmente en esa atmósfera irrespirable que crea la tremendista música de Roque Baños y la fotografía, del también uruguayo Pedro Luque, experto en espacios cerrados (véase La casa muda).

Filme de gran estilo visual (prácticamente hecho en una locación) constantemente inventivo; agota minuto a minuto las opciones del argumento que, en principio, parecía no dar para mucho. Pero se desenvuelve concisamente en hora y media de tensión con ese juego de gato versus tres auténticas ratas hundidas en una atmósfera infecta, no tanto por cómo se ve sino por qué sucede en ella. Filme de horror a medio camino entre la asfixia existencial a la Howard Hawks y la violencia del giallio italiano años 1970. Notable por entretenido.

No manches Frida (2016), cuarto largometraje para cine del español Nacho G. Velilla, es la franquicia mexicanizada de Fack ju Göthe (2013), escrito y dirigido por el germano Bora Dagtekin.

Comedia híbrida, mezcla de policial con una buena dosis de Colegio de animales (1978, John Landis), cuenta cómo Zequi (Omar Chaparro, intentando ser el mash up posmoderno que nos merecemos entre Bruce Willis y Alfonso Zayas), ex convicto que regresa a donde su cómplice escondió el botín, descubre que está en el interior de una escuela y debe hacer mucho más de lo que imaginaba para rescatarlo. Coproducida por la actriz protagónica Martha Higareda, esta comedieta hace malabares con su exceso de “graciosidades” pasadas de manchadas sobre la educación contemporánea. Obliga a imaginar la aclimatación de Fack ju Göthe 2 (2015, Dagtekin). Mejor, “no manchen”.

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