Cine

Reflejos opuestos de ser madre

Avalanchas de emociones, que lo mismo combinan la tragedia con la comedia, son las opciones de la cartelera este fin de semana

Lidiar con las relac iones familiares de forma diferente (ESPECIAL)
11/05/2016 |23:15
Redacción El Universal
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Sin duda la comedia es lo que funciona mejor en el cine mexicano. Los resultados en taquilla son buenos. Desde Nosotros los nobles (2013, Gary Alazraki) las comedias alcanzan a ser hits del momento. Este año Busco novio para mi mujer y Compadres tuvieron cierto impacto entre el público.

La fórmula de esta nueva ola del género es sencilla. Se representa el conflicto de la forma más amable posible. Cada filme se construye como una serie de situaciones, en un subeibaja entre melodrama y comedia, y personajes que son estereotipos de un esquema clásico: planteamiento-nudo-desenlace. En el caso de la nueva comedia de Gustavo Loza ¿Qué culpa tiene el niño? (2016) el conflicto es cultural-emocional entre clases sociales representadas por Maru (Karla Souza) y Renato (Ricardo Abarca).

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El argumento, demasiado cercano a Ligeramente embarazada (2007, Judd Apatow), narra cómo Maru se descubre embarazada. Busca al padre del inesperado niño reconstruyendo con sus amigas la noche de reventón en la que todo pasó hasta descubrir que se trata de Renato, alguien que parece padecer síndrome de Peter Pan. Como pertenecen a mundos diferentes (el conflicto clasista el cine mexicano lo ha sabido explotar hábilmente a lo largo de años), la comedia está puesta en cuanto aparece la suegra (Mara Escalante), personaje pivote que como en toda comedia similar carga con las risas principales, aunque en este filme se busca que el timing de los actores sea parejo (hay que reconocer la solvencia del reparto, desde los jóvenes hasta los veteranos, que le dan un ritmo ligero a sus actuaciones).

La idea fundamental que plantea el guión, escrito por el propio Loza, consiste en enfrentar la idiosincrasia de los personajes para producir risas (no siempre con fortuna) en medio de situaciones convencionales. Esto debe llevar a un final amable, acorde a los cánones de esta estructura de comedia que visualmente (fotografía de Carlos Hidalgo) se mantiene también en términos convencionales: ilustrar las acciones y atestiguar ese tipo de humorismo que se basa en la ironía que supuestamente cada personaje tiene hacia sí mismo. El riesgo que corre una comedia como ésta es hacerla tan amable y ligera que acaba siendo un sitcom televisivo de una hora 45 minutos.

Puesto que no pretende la provocación ni la vulgaridad, a la que tan adicta es la comedia hollywoodense actual, Loza muestra el trasfondo sexual con todo pudor para confirmar que la comedia contemporánea mexicana tiene como novedad su defensa de valores conservadores.

Igual que la comedia actual, el cine de horror es conservador respecto al tema de la maternidad. Del otro lado de la puerta (2016, Johannes Roberts) cuenta cómo una madre incapaz de lidiar con la pérdida de un hijo abre la puerta del título con consecuencias impredecibles. Pero antes que un filme de sustos convencional —que lo es—, es éste un melodrama sobre la maternidad que pierde la cordura. La maternidad es un ideal, que en el caso de la comedia nacional ¿Qué culpa tiene el niño? representa las expectativas de ser madre, como en cualquier melodrama sentimental; en el filme de horror es un reencuentro con el trágico sacrificio materno que nunca libera el sentimiento de culpa, como en cualquier melodrama sobre la familia.

En un territorio, por supuesto opuesto a la comedia y el horror, está el filme de ciencia ficción El rascacielos (2015, Ben Wheatley), adaptación de la novela de J. G. Ballard. Carece de calidez a la hora de representar excesos sociales en un espacio asfixiante, supuestamente ideal y autosuficiente, de puro concreto, que sirve como cruda y elegante metáfora sobre el aislacionismo completo: es la narcisista vida idealizada que acaba en tragedia. La metáfora en este filme curiosamente funciona en términos proféticos: detrás del gran espectáculo cinematográfico (intensa foto de Laurie Rose) está, qué duda cabe, la materialización de ese mundo que se encuentra en gestación como global Trump Tower (sin los amables rasgos de Tom Hiddleston).